Cada vez que me conecto a Internet con la noble intención de otear la actualidad, -no tanto por curiosidad como por miedo a quedar obsoleto- veo idioteces a raudales. Cuánta razón tenía Einstein en decir que la estupidez humana es infinita. Estoy convencido de que hemos alcanzado el cénit de la tontería como consecuencia de tener una audiencia global. Y es que como todos sabemos disponer de un gran público es el responsable de la gran proliferación de sandeces. Ver a unos chiflados despeñarse por una ladera persiguiendo a un queso, degustar la butifarra más larga de la historia o comerse la empanada más grande del mundo ?por cierto, de 153 kilos-… son sólo un ejemplo de algunas bobadas colectivas recogidas en esa enciclopedia de las majaderías llamada el Libro Guinness de los Récords. No obstante, pese a la contundencia de esta crítica, confieso que son disparates divertidos.
Lo que no resulta tan gracioso son otras memeces ahora llamadas virales que ponen los pelos de punta. Agárrese bien que cuento algunas: la Guardia Civil ha alertado de una moda en la red Twitter que consiste en echarse sal o salmuera por el cuerpo para luego pegarse un hielo. Al parecer la intención de esta… «práctica» es aguantar el máximo tiempo el dolor que produce la quemadura que puede llegar a ser muy, muy seria. Pero más seria es otra moda que consiste en arrojarse agua hirviendo a la cara para luego colgar el video de la proeza ?no hará falta mencionar las consecuencias-. Si esto les parece poco, sigan leyendo que aún hay más. El nuevo reto de estos días es el «Duct tape challenge» que consiste en amordazar al zopenco de turno con cinta americana para luego colgar el video de su autoliberación en cualquier red social. Decir que un joven en pleno esfuerzo por zafarse de sus ataduras se cayó por la ventana… si no se hubiera matado, haría algún comentario jocoso-. Otra idiotez más, aunque menos letal, es el «Highfiveselfie». Esta proeza propia del Cirque du Soleil consiste en hacerse un selfie mientras chocas las manos, dicho de otra manera, aplaudir mientras el móvil te hace una foto en pleno vuelo… -deje su Samsum Galaxy 8 en la mesita y pruebe a hacerlo con una bola de papel… mejor dicho no lo haga no vaya a haber alguien mirando-. A la saga de tendencias como el «Mannequin Challenge» ya saben, quedarse petrificado en la más inverosímil de las posturas, han aparecido recientemente otras de peor gusto como la «Dead pose challenge» que no es más que simular una muerte, si es macabra mejor, fotografiándose en cualquier trágica pose para luego compartirla en las redes sociales. Créanme si les digo que la red está llena de este tipo de tonterías, - si no me cree pruebe a buscar el Ab crack, el Breadfacing, el Eyeballing…-
En vista de los acontecimientos no sé si reírme de las perpetuas tonterías humanas como hacía Demócrito, o echarme a llorar por la desdicha de los hombres como hacía Heráclito. No obstante, una vez desahogado con la anterior reflexión, me gustaría hacer un esfuerzo para buscar una explicación a estas conductas.
El motivo por el cuál estos comportamientos son imitados, no es ni tan sencillo ni tan irracional como podría parecer. La psicología social intenta ofrecer una explicación precisa que parte de supuesto de que, el comportamiento es tremendamente permeable a la influencia de nuestro contexto social. Emular al grupo de personas que marca tendencia es un requisito del llamado Principio de Conformidad, que no es más que la aspiración de cualquier ser humano a ser bien percibido en los círculos sociales que considera relevantes. Todas las personas quieren identificarse con las personas que marcan tendencia. Si además alguien de nuestro grupo de referencia (amigos, familiares o personas cercanas) se une a la “moda”, la influencia se intensifica. A pesar de que nuestro sentido común nos diga lo contrario, debemos admitir que adherirse a estos comportamientos no parece ser cosa de tontos sino una manifestación de nuestra naturaleza humana y social.
Normalmente los jóvenes son los que más se empeñan en seguir este juego de la imitación, como hemos visto incluso a costa de su propia salud. Es una característica de la adolescencia que siempre está buscando referentes, además de desafiar los límites establecidos, de aquí la proliferación de disparates en estas edades. Pero también es cierto que gracias a las dificultades actuales y a los fenómenos asociados como el mileurismo, los ninis, la generación perdida y la obsesión por la eterna juventud, la frontera de la adolescencia se ha diluido. Según las estadísticas un 30% de los españoles con edades entre los 30 y 35 años aún vive con sus padres y aunque todos han madurado biológicamente, algunos insisten en prolongar su mocedad de forma perpetua. Es por ello que veamos en la red, tantas conductas “extrañas” en personas talluditas.
El problema que nos ha llevado a tratar este tema de una forma más o menos rigurosa, es que este proceso de imitación o mecanismo de cohesión social lo que realmente pretende es hacernos encajar donde uno se sienta mejor y al final todos acabamos convirtiéndonos involuntariamente en la persona que vemos reflejada en los ojos de los demás, aunque sea haciendo un poco el mono. Ya decía Ramón Gomez de la Serna que: «En la vida hay que ser un poco tonto porque si no, lo son sólo los demás y no te dejan nada».
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