Trabajó desde niña con ahínco y nunca ha olvidado sus humildes orígenes. Autodidacta en el universo culinario y en el negocio de la hostelería, María Rugarcía, junto a su inseparable hermano Toño, logró poner Panes y Peñamellera en el mapa turístico asturiano hace ya muchos años, algo que no fue tarea fácil, sobre todo trabajando desde la periferia de una región periférica.
Con el espíritu de Don Pelayo o de la mismísima Gaudiosa, María consiguió crear un estilo propio en la cocina tradicional asturiana, y defender la asturianidad sin crear conflictos fronterizos, sino todo lo contrario: Cantabria cayó rendida a su cautivadora personalidad y a su maestría. Los hermanos Rugarcía, con su sencillez y sentido de la hospitalidad, han sido durante décadas una especie de «casa del pueblo» en Panes, y un faro-guía para la abundante comunidad indiana de la Asturias oriental. Tanto es así que, a menudo, el restaurante y hotel Covadonga se asemeja más a un centro asturiano que a un establecimiento hotelero y hostelero convencional.
Muchas son las virtudes de María pero entre todas ellas, quizás las dos que más admiro son su rotunda tesón y su prodigiosa generosidad. Hecha a sí misma como persona y como empresaria, el reloj de María tuvo durante décadas treinta horas. Era sencillamente incansable. Logró aglutinar una familia estupenda, porque en el Hotel-Restaurante Covadonga los trabajadores forman parte de la familia, en torno a su natural liderazgo personal, trabajando a pie de fogón con su cuñada Mari como si fuera una hermana.
Desde siempre, las puertas de la cocina y de la casa de comidas de los Rugarcía están abiertas a todo el mundo.
El ingenio y la habilidad de María fueron mucho más allá de la cocina del Covadonga. Supo defender la identidad cultural y gastronómica del Reino de Asturias, en los aledaños de los Picos de Europa, con mimo y discrección. Fue una creativa nata, al ofrecer ocio desde un pequeño y desdibujado pueblo de Asturias, cuando el concepto del turismo no se había inventado en estas tierras.
Aparentemente frágil, por su aspecto menudo, María en cambio es fuerte y valiente, y lleva impreso en sus genes el coraje de sus antepasados, esos que la vieron nacer en la aldea de Para, desde donde se contempla en un golpe de vista la cordillera del Cuera, el picu Bores y el río Cares…
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