Escuchar a los ministros de Economía que administraron los años de vacas gordas apelar ahora a los demás para eludir sus responsabilidades da pavor. Las intervenciones de Rodrigo Rato -condenado por el mal uso de las tarjetas opacas de Bankia e investigado por otras causas- y de Pedro Solbes en la comisión parlamentaria sobre la crisis económica confirman que la tomadura de pelo alcanza niveles estratosféricos.
Al menos Solbes reconoció errores de cálculo y meteduras de pata. Rato, infalible como siempre, responsabilizó a los demás desde Zapatero hasta Luis de Guindos de sus fallos. Al que fuera todopoderosos ministro de origen asturiano le da pena su PP, al que ya no pertenece, pero a nosotros lo que nos da pena de verdad es la catastrófica y negligente gestión suya y de su grupo en Bankia por no mirar más atrás.
En realidad Rato ha copiado la estrategia de siempre de sus antiguos correligionarios: la culpa siempre es del otro. La negación de las evidencias más palmarias, como la que ha ocurrido días atrás con la nieve, demuestra que el PP traslada sistemáticamente a los demás (ya sea el PSOE, la Unión Europea, Puigdemont, Pablo Iglesias o quien cuadre) la ineficacia, el desconocimiento y la incompetencia propias.
La quiebra de Bankia la estamos pagando en cómodos plazos los contribuyentes, en especial los que no han podido apuntarse a la amnistía fiscal de Cristóbal Montoro. Es decir autónomos, trabajadores con nómina, pensionistas y pequeños y medianos empresarios. Españolitos de a pie incluidos los catalanes. Mientras que en la Europa del norte los abultados importes de los rescates bancarios han sido devueltos -o están en ello- por las propias entidades, a veces con intereses, aquí la descomunal factura es para el erario público.
A eso hay que añadir el presunto coste de los pisos de Ignacio González, de las juergas de Granados, de la fórmula 1 de Francisco Camps, del palacete de Jaume Matas, de la fortuna de Correa, de las herencias de los Pujol en Andorra, de las dietas de Fernández Villa, de los ERE andaluces, etc. Todo ha salido del mismo fondo común mientras servicios básicos públicos están al límite. Y luego se extrañan que la gente haya buscado soluciones alternativas un poco harta de tanto cinismo, tanta soberbia, tanta injusticia.
Con todo lo que ha ocurrido antes, durante y después de Rato y Solbes es inexplicable que todavía intenten justificarse. Pero lo gordo es cuando Rajoy tenga que dar cuenta de haber dilapidado el fondo de reserva (la hucha) de las pensiones o de haber llevado la deuda pública a máximos históricos (un billón de euros actualmente) entre otros descalabros. Con su habitual empatía y aceptación de los hechos dirá que el problema sigue siendo Cataluña.
Comentarios