El Intelgate y nuestros otros cerebros en la era de la inteligencia artificial
OPINIÓN
La cuarta revolución industrial, una era marcada por la automatización del trabajo y el intercambio de datos en la nube. También por la llegada de la Internet de las cosas (IOT, por sus siglas en inglés). En un futuro casi inmediato, gracias a las redes 5G, se multiplicarán las conexiones y comunicaciones entre máquinas, sin intervención humana. Eso, la robotización y el desarrollo de la inteligencia artificial cambiarán de manera drástica nuestro mundo. Mejor dicho, ya lo han cambiado, tal vez para siempre.
El mejor ejemplo es la alerta global desatada tras conocer la existencia de Spectre y Meltdown, las dos vulnerabilidades que pueden afectar a nuestros otros cerebros, los procesadores que permiten funcionar a nuestros ordenadores y a nuestros móviles, entre otros dispositivos. Estos fallos de seguridad hacen que la información sensible (contraseñas y otros datos) que contienen estos equipos pueda ser robada sin que nos demos cuenta. Es grave. Y da que pensar. Sobre todo cuando tenemos en cuenta que afecta a varias generaciones tecnológicas. Incluso un venerable Pentium II (el chip dominante a finales de los 90) es vulnerable. Esa es la anécdota. Lo más preocupante es su efecto en los servicios en la nube. Es lo que ha motivado que las actualizaciones de seguridad para tratar de tapar estas grietas vayan a estar listas muy pronto.
Esta crisis tiene un precio. Parte la pagarán los usuarios con un descenso de rendimiento de sus equipos. Otra la abonarán gigantes como Intel. Durante muchos años esta compañía y AMD se pelearon por liderar el mercado mundial de procesadores. Pero en los últimos tiempos la primera parecía haber ganado la batalla. Ahora el escándalo puede provocar un terremoto.
Pese a los intentos de Intel por señalar que hay procesadores de otros fabricantes afectados, la etiqueta que triunfa en las redes sociales es #Intelgate. Y a la noticia la acompañan las inevitables teorías de la conspiración, en este caso tal vez no muy erradas: el ÇEO de Intel vendió la mayor parte de sus acciones el 17 de diciembre. ¿Sabía lo que iba a pasar? Esa es una pregunta que aún no tiene respuesta oficial, pero, como diría Rajoy, «un vaso es un vaso...». No cabe duda. Sí sobre la sociedad del futuro. Nos esperan muchas alertas y un gran debate para definir lo que pueden y lo que no pueden hacer nuestros otros cerebros, los tecnológicos, con la inteligencia artificial.
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