Generalmente la ley más importante que se aprueba en la Junta General es la de presupuestos, salvo honrosas excepciones. Unos presupuestos que, con matices, no sirven para cambiar el rumbo económico de la región pero que son un alivio para muchas pequeñas actividades que sin ellos no se ejecutan.
Porque la economía asturiana es muy pequeña y depende básicamente de España y de Europa. La parte principal se la llevan sanidad y educación, los dos pilares del estado del bienestar, y, por tanto, no caben milagros. Las cantidades destinadas al impulso económico o la investigación no son suficientes por sí mismas para dar un vuelco al modelo de país.
A partir de ese supuesto los debates para aprobación o no de esa ley suelen centrarse en asuntos menores que los partidos agrandan para parecer que discuten sobre temas de Estado. Pero no. El PP que tanta ilusión pone en suprimir el impuesto de sucesiones lo único que está haciendo es brindar una alegría a los más ricos, muchos de los cuales ayudan o forman parte del partido. Pero a la inmensa mayoría de los ciudadanos no les afecta. El PP es el que más ha subido la carga impositiva (hasta obligan a tributar con el 20% de los premios de las loterías) pero va por la vida de defensor de una baja tributación fiscal. Un engaño para quien solo ve los fuegos de artificio y no llega al fondo de los asuntos.
Ahora es la vertiente asturiana de Podemos la que pone los reparos en un intento de desprestigiar a Javier Fernández que está en fase de despedida. La escuela de 0 a 3 años es una buena excusa para no ceder, pero en realidad lo que quieren es desgastar a su principal rival entre los votantes de izquierdas. Esta es la vieja y manida política, la que practicaba con entusiasmo la Izquierda Unida de Julio Anguita que no dejaba llegar a acuerdos con los socialistas (y que ayudó a la supuesta regeneración con Aznar en el gobierno, ya se ve con que resultados en materia de corrupción). Hoy IU, sin embargo, se ha vuelto más comedida y entiende que son mucho mayores las ventajas de tener un presupuesto aprobado que encerrarse en el castillete ideológico que reporta aclamaciones entre la militancia más numantina pero ningún beneficio a la ciudadanía, ajena casi siempre a esos intríngulis políticos.
Con ello no se pide un voto fácil e irreflexivo para el gobernante pero antes que los cálculos electorales están las necesidades de la comunidad. Y, aunque poco, un presupuesto ayuda.
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