Hay gente que se ha quedado espantada esta semana después de la advertencia del ministro de Hacienda de que la compraventa de productos de segunda mano a través de plataformas digitales (no haremos publicidad, si la quieren que la paguen, lo de vender con una aplicación del móvil lo que te sobra) está tasada; claro que sí guapi. Es una cosa de lo más normal del mundo, aunque se comprende la estupefacción por desconocimiento y también por esa falta de cultura cívica que demoniza los impuestos en general y a la que no es ajena en absoluto, sino que es una de sus principales impulsora, la formación política del ministro Montoro.
Espanta también, como casi todo lo que rodea al Ejecutivo de Rajoy (y sí, estoy pensando en el monotema catalán) por la falta de legitimidad a la hora de reclamar a los demás. La gente que se desprende de viejos libros o discos, de una guitarra que no llegó a tocar o de ropa que ya no usa por un puñado de euros lo que no puede concebir es que todo un Ministerio anuncie ahora a bombo y platillo que le va a mirar con lupa los encargos mientras que para con los mayores defraudadores lo que no es desidia es alfombra roja. Hay que recordar que la amnistía fiscal promovida por el mismo Montoro terminó con una sentencia adversa del Tribunal Constitucional que la declaró contraria a los principios de la Carta Magna, pero un fallo que a la vez reconocía su impotencia ante los hechos consumados. El Constitucional señaló que se habían puesto tantas facilidades para los defraudadores (se cuidó de que no se cobraran intereses, se les ofrecieron tipos reducidos y se les eximió de posibles sanciones administrativas y penales) que casi se premiaba haber sido un mandante en vez de seguir las reglas como los plebeyos.
Hay pocos delitos para con los que la administración es tan considerada y suave como los fiscales y es del todo sorprendente dado el enorme daño social que provocan. Hay afortunadamente ya toda una generación en España que ha conocido en toda su vida un sistema público de sanidad y educación. Lo malo es que cunda la idea de que eso se paga con la labor de las hadas del bosque y no se explique el colosal esfuerzo colectivo que supone y lo mucho que merece la pena. Tampoco ayuda la zarandaja generalizada de la idolatría al emprendedor con la que se nos bombardea y que olvida muy interesadamente que en los casos en los que el éxito no se explica por la pura chorra de haber nacido en una familia con fortuna, se debe a la posibilidad de haber podido desarrollar una idea en un lugar con infraestructuras modernas, luz y agua corriente, seguridad jurídica, todo ello de nuevo fruto de un enorme esfuerzo colectivo sin el cual nunca hubieran pasado de ser una idea.
Claro que los impuestos se pueden gestionar mejor y claro que hay una desigualdad evidente en el trato y el escrutinio a los pequeños contribuyentes que a los que tiene todo de cara para escaquearse sin fin. Pero podemos ocuparnos de todo a la vez, claro que sí guapi.
Comentarios