Un amigo me comentó: «Cuánto daño le está haciendo a los Sanfermines (SF) todo el juicio de la supuesta violación a la chica por los 5 indeseables de La Manada». Y esto no está mal dicho, porque es verdad. Pero lo que verdaderamente hace daño, a estas fiestas y a toda la sociedad, es que existan tipos como estos, no que se juzguen los delitos.
Sigo con verdadero interés el caso. Leo todo lo que aparece en la prensa, pregunto a amigos pamplonicas, a profesores de Derecho, abogados y jueces. Es un tema que me interesa y obsesiona. Cuando todo ocurrió, yo estaba allí, como tantos otros Sanfermines, dormía a unos cuantos metros de ese portal. Esa chica de 18 años podría ser cualquier chica, podrían ser mis amigas o mi novia. Y aquí, quizá, cometí un error, pero no me arrepiento. Empecé a poner especial énfasis y cuidado en que ninguna mujer de mi entorno fuese sola hasta su casa. Sé que esto puede verse como una actitud machista, sé que las mujeres pueden y deben andar solas al igual que los hombres, pero así actué -yo y mi grupo de amigos, creo que ninguno se arrepiente: se llama miedo-. Una oleada de solidaridad y empatía inundó Pamplona esos días. Y no se iba a quedar aquí, bajo el lema de «NO ES NO» la ciudad se unió y se generó un germen, que dura y ya es intrínseco a la fiesta, contra las agresiones sexistas.
Me apenó y me llenó de ira escuchar en los pasados SF una conversación de unos jóvenes que decían: «Borracho a quién no se le ha ido un día la mano o forzado a alguna». Por suerte, esta no es la mayoría pero sí hay tipos que opinan así. «Algo habrá hecho ella para que la violaran» o «No creo yo que pusiese tanta resistencia» son algunas de las burradas que se están escuchando. Asco.
Las redes sociales arden con el tema. Para qué van a esperar a una sentencia judicial firme, vamos a condenar a estos cinco energúmenos, qué sabrán los tribunales. Se clama contra el derecho de defensa y las garantías jurídicas: ignorancia y locura. Despreciar esto es despreciar el sistema de garantías jurídicas. No contentos, atacan al abogado de la defensa por presentar pruebas en un juicio contra sus clientes. Ha presentado un informe de unos detectives privados que han seguido a la víctima los meses posteriores a la supuesta violación. Es una prueba admitida habitualmente en los procesos, no entiendo dónde ven lo malo. Es más, les diré que a la hora de discernir sobre si hubo violación o no carece de importancia. En una violación se juzga el acto y el momento en el que sucede, no el antes y el después. Lo que intenta demostrar el abogado defensor es la falta de secuelas o la posibilidad de secuelas nimias y así disminuir la posible indemnización económica: se guarda en salud, la cartera siempre duele. El abogado tiene que valerse de toda clase de argumentos y pruebas que puede esgrimir a favor de su defendido, es labor del tribunal aceptarlas o no. Además, la aceptación del informe de los detectives privados no implica que la decisión esté fundamentada en dicha prueba. Pese a todo, entiendo que esto les parezca muy triste y deplorable, pero la vida es así: dura y asquerosa. La inquina con la que se trata al letrado de la defensa es absolutamente condenable, él sólo hace su trabajo, cumple con su cometido y es fiel a la ética profesional.
Tampoco entiendo a esas personas que muestran las fotos y nombres de los presuntos violadores. Sólo van a conseguir emponzoñar la causa y ningún beneficio se va a obtener a cambio. «Secreto de sumario» y «puerta cerrada» son términos que no acabamos de tener claro en este país y mucho menos en el poder judicial.
Para terminar, estos cinco hombres, los componentes de La Manada, no sé si son culpables o no: no soy nadie para condenarles, esperaré a que lo hagan los tribunales. Lo que sé es que son de la calaña más indeseable, son escoria. Hayan violado o no a la chica, su comportamiento es de lo más mezquino: le roban el móvil, graban un vídeo, comentan lo ocurrido. Y aquí no hablo de lo escrito en su grupo de Whatsapp, porque si salieran a la luz muchos de estos grupos unos cuantos estaríamos entre rejas. Me refiero a su actitud y comportamiento, reconocido por ellos. Lo peor del género masculino está en ellos. Esperemos a una sentencia firme para condenar, informémonos para opinar y dejemos actuar a la justicia -ojalá nadie se manche la toga con el polvo del camino- que pese a ser lenta y pedregosa, actúa.
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