El tema de Cataluña no está, ni mucho menos, resuelto. Basta con pensar lo que podría ocurrir si en las próximas elecciones tuvieran mayoría suficiente los partidos independentistas y otros favorecedores. Pero incluso aunque esto no ocurra ¿Cómo gestionar una región que es nacionalidad histórica y en la que la mitad de la población desea constituir una república independiente? La justicia puede aportar soluciones a determinadas conductas, pero no puede resolver los problemas sociales de naturaleza identitaria, cuando han alcanzado, como es el caso, una masa crítica notable.
Por otra parte, la hoja de ruta del independentismo, lejos de ser una ocurrencia, dibuja una estrategia política muy bien pensada y secuencialmente encadenada, con salidas para las diversas situaciones posibles. Aceptando esta premisa, no cabe duda que la actitud del expresidente y sus colaboradores, que sigue difundiendo la imagen de España que a ellos les interesa, desde el santuario belga, en lugar de ser una farsa, se convierte en una parte más de la estrategia. Veamos. La resistencia «heroica» del «Govern legítimo» en «el exilio político» y con «presos políticos en la cárcel» no deja de ser una argucia política , y no solo personal, que garantiza la permanencia viva de la corriente independentista, cuyo activismo es cada vez más necesario «ante los juicios políticos». Un argumento espléndido para mantener la antorcha encendida y llegar a la cita electoral con la fuerza necesaria para no perder votos partidarios. En todo caso, la cuestión catalana aún tiene mucho recorrido.
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