No es el momento

Luis Ordóñez
Luis Ordoñez NO PARA CUALQUIERA

OPINIÓN

15 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No es el momento, mascullan los prudentes. Aquí estamos a ver cómo termina la aventura loca de un independentismo retrógrado y en nombre de los buenos propósitos el PP nos reclama que se dé respaldo al Gobierno. Pero lo cierto, lo mismo da decirlo hoy que dentro de un año, es que la gestión de Rajoy de todo este asunto ha sido calamitosa y es uno de los principales responsables de que se haya llegado hasta aquí. Desde luego, se ha repetido mucho, por su desidia y pachorra en el desarrollo del procés en la última legislatura; pero no lo fue menos el populismo cerril con el que condujo la campaña de recogida de firmas contra el Estatut, no por lograr ningún fin concreto que no fuera a llegar por una sentencia del Tribunal Constitucional sino por montar el mayor show posible, hasta un referéndum reclamó desde el atril del Congreso. A Rajoy le gusta presentarse como un político previsible pero no ha dejado de reinventarse en la última década: ha sido inspirador de la teoría de la conspiración del 11M, nos quiso embarcar en que el final de ETA era una intolerable cesión del Estado de Derecho para que no nos pusieran bombas, fue hacerse un día una foto a la cola del INEM para segurar que el paro se arreglaba en dos años y que la crisis económica sólo era cuestión de confianza. No es sólo ya que desde el Gobierno montara una policía paralela dedicada a difundir bulos sobre los partidos nacionalistas (como si no hubiera vergüenzas bien reales que echarles en cara) es que preside un partido que renunció a ser relevante en una de las comunidades más pobladas y con mayor PIB para basar su estrategia en el resto del Estado en meter inquina contra ellos.

Y hay escándalo porque la prensa internacional acude a tópicos franquistas sobre España precisamente entre aquellos que, ante cualquier demanda de eliminar vestigios de la dictadura, de reconocer a sus víctimas, se ponen de perfil, cuando no son cómplices directos en que se mantengan, que agitan los brazos porque se abren «viejas heridas». Regala argumentos al adversario un ignorante de la talla de Pablo Casado que hace analogías sobre Companys porque no tiene ni puñetera idea de lo que está hablando, porque como dijo una vez, es una tabarra lo de la «fosa del abuelo»; esa que buscan los que en realidad andan detrás de una subvención, como dijo una vez el actual portavoz parlamentario del PP. Qué escándalo que se acudan a tópicos franquistas, sí; también con qué denuedo se dedicado el conservadurismo español a perpetuarlos ¿no es el momento de decirlo, entonces cuándo? ¿Tendremos que esperar unos meses también para señalar con el dedo a todo un cuerpo diplomático del que no se conoce más labor que posar en uniforme de gala y hacer cenas? Cada duda foránea sobre la legitimidad del Estado, cada topicazo de siesta y sangría es su responsabilidad, y muy bien pagada por cierto. Demasiado, vista la nulidad de sus esfuerzos si es que ha habido alguno.

No es el momento de ponernos a debatir cómo una oposición de partidos que se dicen progresistas se ha dejado llevar por los acontecimientos, y está arrastrada por una ola que no maneja, sin haber llegado a plantear una mínima alternativa verdaderamente social que priorice las cuestiones que más preocupan no sólo a su electorado, sino al conjunto de la opinión pública: el empleo y los derechos sociales. Aletean como pollo sin cabeza tratando de encontrar una respuesta molona a cuestiones identitarias postergando para mañana (siempre mañana) la precariedad y la desigualdad. Con una torpeza inédita están totalmente desbordados porque les ha estallado en la cara el juego de estrategias de los más listos de clase. Estamos a punto de que nos vendan como salida una reforma territorial y fiscal en la que tendrán más importancia los fueros y blasones feudales que la equidad de los ciudadanos, vivan donde vivan. No es el momento de decir que han querido cabalgar un tigre, no es el momento de señalar con el dedo a los puritanos que han impedido que pueda fraguar ningún pacto capaz de desbancar a esta carcunda inepta que los maneja como quiere. No es el momento, aguarda, espera.