La épica ha sido uno de los factores determinantes del independentismo catalán. En su lógica, las escenas de policías con porras impidiendo su derecho al voto fue la apoteosis de su relato, que antes se escribió con movilizaciones masivas, banderas y reivindicaciones festivas en las calles. Pero todos pensaban en un broche de oro con la solemne declaración de independencia y la proclamación de la República de Cataluña. El cava estaba listo y los ojos preparados para una riada de lágrimas de emoción, alegría y victoria. Pero Puigdemont ha defraudado con una cobarde declaración de independencia que ni se sabe si lo fue. Ha traicionado a los más beligerantes soberanistas, a los catalanes amantes de la legalidad y a los españoles. Ha traicionado a todos. En realidad siempre lo hizo. Él, Junqueras y la CUP traicionaron a un pueblo al que han llevado hasta el abismo. Y no por sus legítimas ideas, ni por sus ansias de independencia, ni por su deseo de autodeterminación. Sino por engañar a su gente prometiéndoles lo que nunca podrían cumplir y falseándoles la realidad a sabiendas. ¿Quiere usted la independencia? Perfecto, pero explique a los suyos que Cataluña quedará fuera de la UE, que perderán poder adquisitivo, que las empresas se irán, que aumentará el paro, que las pensiones estarán amenazadas, que España no lo consentirá y que, en definitiva, acabarán convirtiendo a la que fue una de las economías más prósperas de Europa en un pueblo empobrecido. Han mentido y por tanto han traicionado. Por no hablar del resto de España y de la suma deslealtad que han mostrado para con la legalidad, las instituciones y su gente.
El globo sigue desinflándose, pero el inmenso problema no está arreglado. Al frente de las instituciones catalanas siguen estando los mismos que reventaron el Parlament y su propia legalidad y que, además, ayer demostraron ser unos cobardes con su república del sí pero no y dialoguemos.
¿Hablar? En estas circunstancias, no. El diálogo es un arte y una necesidad democrática, pero cuando alguien se salta las leyes, solo hablan los jueces, los fiscales y los abogados. Y cuando alguien chantajea, hay que hacerle frente con firmeza. Cuidado con la trampa del diálogo, una palabra noble que está siendo pisoteada y usurpada por sus mayores enemigos. Y no solo estos independentistas. Ahí está el papelón de Podemos y sus confluencias, un partido que según sus dirigentes nació para proteger a la gente. ¿Puede un partido comunista aliarse con quien quiere irse de España, entre otras cosas, porque no quiere repartir sus impuestos con los pueblos más pobres del país? No deja de ser otra forma de traición.
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