El sector turístico marcha a todo trapo. En julio se alcanzó un máximo histórico de diez millones y medio de visitantes. El low cost es nuestro modelo competitivo, pues se comprueba que caen las pernoctaciones hoteleras y aumentan -nada menos que en un veinte por ciento- las realizadas en apartamentos y viviendas contratadas online. Masivas oleadas de nuestros vecinos franceses, ingleses y alemanes se plantan en un plis plas aéreo para montárselo a lo loco y barato, la mayoría por libre y sin un paquete organizado.
Aparte de la expulsión del centro de las ciudades de los residentes locales, este modelo convive con otras ofertas de bajo coste (transporte, restauración, ocio, servicios personales, limpieza, etcétera) gestionadas online. Y cubiertas por una nueva servidumbre de contratados por horas (aunque disponibles full time) o por falsos autónomos. La sostenibilidad ambiental, urbana y social queda así amenazada por un modelo que se nos está yendo de las manos.
Las plantillas de trabajadores decrecen, mientras aumenta una nueva servidumbre de contratados por horas o de falsos autónomos con facturas. Aun así el número de empresas que forman a sus trabajadores disminuyó en más de setenta mil en un año según la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo.
Nueva servidumbre a la que también se apuntan todas nuestras grandes empresas pues según el Banco de España en la primera mitad del año aumentaron diez veces más el empleo temporal que el fijo. Sucede esto mientras los beneficios se están recuperando y sin que se agoten los fondos públicos destinados a subvencionar estos programas. Y mientras las políticas activas (formativas) de empleo han caído un treinta por ciento en lo que llevamos de década. Todo un modelo competitivo en marcha.
La otra cara de este autismo en el modelo productivo lo registra una demanda interna que pierde fuelle, al menos con las cifras del comercio minorista en plena temporada de rebajas. Todo ello explicaría que los datos de afiliados a la Seguridad Social a finales de agosto anotaran la mayor caída en ese mes desde el año 2008, el del inicio de la crisis. La nueva servidumbre interna no ayuda ni a las cifras de la Seguridad Social ni al consumo.
Sin embargo, el número de ciudadanos que declaran a Hacienda un patrimonio superior a los treinta millones se ha duplicado en los últimos años. La realidad debe de ser aún más esplendorosa si reparamos en cuántos otros seguirán el sistema de nuestros dioses del balón para que Hacienda no sepa de la misa la mitad.
Mientras unos millonarios suben como la espuma, otros nos hacemos deudores millonarios aun a mayor ritmo, pues el Banco de España calcula que al menos 40.000 millones del rescate bancario habrá que amortizarlos a escote. Y eso sin añadir lo que con toda probabilidad acabará costándonos el euro que pagó el Santander por un banco del que sus gestores se metieron en el bolsillo, justo antes de la venta, siete millones. Hay que andar despiertos, sí señor.
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