Al día grande de las fiestas, en toda ciudad o pueblo, hay que llegar con resaca, por aquello que la noche es eterna y sus límites son difusos. Día 21 de septiembre, San Mateo evangelista y apóstol, dice el taco del calendario. Aunque éste no lo diga, todos los asturiano saben que es el gran día de Oviedo.
En la Plaza de España se mezclaban el trajín de los bollos y el vino, con políticos, periodistas y ciudadanos dispuestos a no perder el «maná» repartido por la SOF. Allí llegó Rivi, puntual a su cita, y se demoraron los demás miembros del tripartito. Se repartieron 7000 bollos, 5367 botellas de vino y, este año como novedad a los menores, 240 refrescos. Este año es el último de existencia de la SOF, las leyes nacionales no permiten la existencia de sociedades privadas con intervención pública, y esto hace que la continuidad de la SOF sea inviable. Más que nada, se vino a prohibir este tipo de sociedades para evitar tropelías y chanchullos; que el pastel lo partan y devoren siempre los mismos.
La izquierda se dejó ver en el reparto del bollo mientras que la derecha lo hacía en la misa mayor de San Mateo en la Catedral. Posiciones claras y el cielo oscuro, anunciaba tormenta. En la catedral, abarrotada como cada año, la corporativa local del PP con Caunedo a la cabeza y Luis Pacho de C’s. Me gustaría saber cuántos de los políticos allí reunidos acuden a misa con asiduidad, qué fácil es sacar la foto y dejar el titular para rascar votos. A la salida de misa, unos compraban la tradiconales paxarinas -una figurita hecha de miga de pan con huevo y azafrán por 3 euros me parece un atraco digno de la página de Facebook «Clavadas Asturias»- y otros ponían rumbo a una barra donde tomar el vermú: no se van a perder las buenas costumbres. Las paxarinas se compran cada año para ahuyentar, depende donde sean colocadas, la tormenta (ventana) o la enfermedad (mesita). Pues, esperemos que tengan mejor tino en paliar las dolencias porque con la tormenta no tuvieron mucho éxito.
En el Parque San Francisco la gente se apuraba a comer el bollo y demás viandas, el cielo negro y el ventarrón hacían presagiar la lluvia. Y así fue, este tiempo aguafiestas arruinó la sobremesa y enlangueció las actividades de la tarde de ayer.
Rodrigo Cuevas, al que siempre es una maravilla ver, actuó en la Catedral; y pese a unos problemas de sonido supo ganarse al público, que paraguas en mano fue cautivado por el asturiano, entonando sus canciones a capela; para el final de la actuación todo solucionado.
Pese al fallo técnico, Rodrigo es tan bueno que hace que todo sea mejor.
Cerró la noche Fangoria, pero a estas horas yo ya estaba en la cama. Imagino que genial, porque Alaska es mucha Alaska: una gran artista en un pequeño cuerpo.
Sólo queda la traca final de este San Mateo, el acelerador pisado a fondo aunque la gasolina empiece a faltar en el tanque. Y también en la cartera, que es mucho más importante. Aprovechen este fin de semana, ya tendrán tiempo de buscarse por el tiempo perdido y en las hojas del calendario.
Comentarios