Exterior. Sonido de helicóptero. Toda la zona acordonada por la policía, la llegada de la vuelta ciclista será en unas horas. Hoy es el Día de Asturies, pero todas las banderas por el Paseo del Muro de Xixón --pequeños puestos improvisados de venta, balcones-- son de España. Incluso a una, que por generación y posicionamiento le cuesta entenderse con los trozos de tela que nombran territorios, le molesta que hoy haya tanta bandera del estado español y apenas la azul y amarilla que acota una tierra que sí me nombra.
Paso a preguntarme: ¿puedo escribir país y que se entienda que hablo consciente y certeramente de Asturies? ¿Qué espacio tiene una, desde un posicionamiento feminista, para relacionarse con la identidad del territorio? ¿Qué bondades aporta frente a los conflictos de estar en la frontera del canon (ser mujer, ser migrante, ser gitana, tener diversidad funcional, ser precaria…) el sentimiento de pertenencia, la patria, la bandera?
Acudo a Nancy Fraser y su último libro, «Fortunas del feminismo»: «Las luchas por un mundo en globalización no pueden prosperar a no ser que vayan de la mano de las luchas por la democracia metapolítica». Acotar el espacio no tiene por qué garantizarnos la representación, no tiene por qué garantizarnos la justicia social. Y sin embargo, una confía en que sean más garantes de derechos estructuras menores para dar con ello.
Entre otras cosas, porque una puede en ese país hablar de matria y no de patria. Evitándonos ciertos esencialismos, que siguen siendo machistas, de la naturaleza dadora de vida igual que el cuerpo de la mujer dador de vida. Digo matria pensando en comunidad, en redes, en tejer lazos y alianzas, con el pueblo propio y los demás pueblos. Matria, entendiendo que el modo de organizarnos precisa horizontalidad, colocarse en lugar de la otra y del otro, y escucha. Y también valentía para defenderlo, tenacidad y arrojo. Pienso en un país con matria, que patrias ya ha habido muchas y han movido sentimientos que no siempre defendieron al pueblo ni generaron comunidad, sino ruido, individuos solos y bastante sangre de muchos por la riqueza de unos pocos.
Vuelvo a Asturies y a este 8 de septiembre de folixa, de amigas y de ver crecer a mi hijo. ¿Puedo escribir que cuando digo país pienso en Asturies, aunque este término se mueva más en la significación emocional que en la administrativa?
Acudo ahora al poema de Vanessa Gutiérrez. Un poema que escribí una vez en la cocina y ahí quedó hasta que se quitó cada azulejo. «Sentíte falar con señaldá/ de la tierra que nun tienes,/ de la neñez perdida./Yo, llonxana,/ como siempre,/ nun acertaba a falar:/ pensaba que, si la patria ye un temblor,/ tu yes munches,/ munches veces,/ patria mía».
¿Podemos seguir, desde una perspectiva feminista, hablando de Asturies desde una construcción emocional y hacer de esto un posicionamiento político firme que no genere exclusiones y que no acepte el expolio, la subordinación y el discurso perverso de quien oprime? ¿Qué hacer con la palabra pertenencia cuando queremos al mismo tiempo construir desde el abrazo?
Me digo que este texto buscaba hablar de plurinacionalidad y feminismo y acaba enredado con el concepto de amor. Me sonrojo. Releo a las maestras. Reformulo convencida: quizás no haya mayor determinación política que construir desde ese amor, cuando primero se ha hecho el trabajo de quitarle a dicho amor su opresión y patriarcado, su globalización y su autoritarismo.
Cuando les hablo a otras y otros de Asturies es cierto que se me llenan las frases de amor. Caldo de cultivo para políticas que cuiden y transformen, políticas que no mientan ni opriman. Políticas de un gobierno que quiera Asturies porque entienda la relación entre las personas y los pueblos. ¿Qué opinará de cuidar, del feminismo, del futuro de Asturies Javier Fernández? Sin duda, «El paisaxe nuestru» de Vanessa Gutiérrez me da hoy muchas más claves de quiénes somos y de qué opciones tenemos que el presidente de este país -escribo concienzudamente país- al que desde que no está en la gestora del PSOE apenas hemos vuelto a escuchar hablar.
Mientras, el temblor sigue. Muchas veces, esta Asturies de todas.
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