Cuando la subvención no es ayuda sino trampantojo

OPINIÓN

21 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es lo que sucede cuando determinados gobiernos se empecinan en subvencionar sus propios votos. Es lo que sucede cuando lo que se está comprando es la ley del silencio. Pero sobre todo, es lo que sucede cuando la división de poderes se difumina y se incardina en un bosque de intereses donde hay grupos que se reparten la tarta.

La coherencia y la claridad política en cuanto al carbón se refiere en España, pero en Asturias en particular, brillan por su ausencia. La continuidad de una industria o sector particular no puede estar supeditada a los contratos públicos ni a subvenciones interesadas a quien quiere mantener un estatus, sea este político, social o empresarial. Y desde luego no puede seguir funcionando cuando el agredido entre bambalinas es el Medio Ambiente.

Si vamos por ese camino saltando vallas con la energía que dan las subvenciones, llegamos a la línea de meta y no vemos ni el principio ni el final. Ni siquiera cuando se destapa el fraude, la prevaricación y el agujero que se ha ido creando, buscando todas las fisuras legales posibles para escapar de la asunción de responsabilidades.

El caso más sangrante y que está en el disparadero últimamente es el de Victorino Alonso, pero tenemos muchos más (Mina Camocha por ejemplo). Con la connivencia de quienes se dicen de izquierdas y siempre han estado en la lucha obrera. Afortunadamente, y aunque se ha intentado paralizar y dilatar el tema todo lo posible, el poder judicial acabará más tarde que pronto por hacer que toda una trama delictiva rinda cuentas ante todos nosotros.

Subvencionar la creación de tejido empresarial, generación de riqueza y actividad económica es ser fiel a la creación de un Estado fuerte y próspero. Conceder ayudas a fondo perdido para tapar los cráteres que se van creando silenciosamente no es sólo pernicioso, sino también una trampa de proporciones incalculables.

Y esas proporciones, desgraciadamente, se van viendo con el paso del tiempo. Justo cuando el daño que han causado es superior incluso al empecinamiento de algunos por fomentar la cultura de la subvención interesada, que no ayuda a la eficiencia y el desarrollo, sino que mata el futuro de generaciones enteras en lo socioeconómico y lo medioambiental.