Después de una masacre como la de Barcelona y el intento fallido de otra en la localidad tarraconense de Cambrils, hay motivos sobrados para pensar que podría haber sido peor, dado que los terroristas no hicieron uso de armas ni explosivos con los que ampliar su matanza. Los explosivos les estallaron en sus manos cuando posiblemente los preparaban, y el sistema del atropello masivo fue única herramienta, como se han venido repitiendo en otras ciudades europeas.
En el segundo de los atentados, el de Cambrils, quedó patente la carencia de esos explosivos en los cinturones falsos de los terroristas y el exitoso grado de alerta logrado por la policía autonómica tras el atentado de Barcelona. Gracias a la misma se logró evitar en cuestión de horas una segunda masacre y se consiguió en cambio la eliminación de sus ejecutores.
Me gustaría subrayar en esta nota apresurada que, siendo Barcelona la ciudad española más visitada por los turistas, disponiendo la misma de un paseo tan frecuentado y popular como Las Ramblas y habiendo tenido lugar atentados de las mismas características en otras capitales europeas (la más cercana Niza), cabría suponer para esta zona el máximo grado de alerta antiterrorista. ¿Lo tenía?
Dos noticias me preocupan a este respecto, leídas ambas pocas horas después de los hechos. En una se dice que la CIA avisó del riesgo de atentado en Barcelona hace dos meses y en la otra, del diario Público, se nos informa de que podrían darse causas en detrimento de esa alerta: «En los meses previos al atentado de las Ramblas -escribe quien fuera director del periódico, Carlos Bayo- se recrudecieron las tensiones entre el Govern catalán y el Ministerio del Interior por la falta de acceso de los Mossos d'Esquadra a los datos y recursos del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO). El ministro Zoido tampoco les ha permitido integrarse en el sistema Europol».
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