Recortar presupuestos, dejar arenales sin vigilancia y control, o destinar fondos que deberían ir a este menester a otros experimentos publicitarios son la norma que se sucede año tras año en cuanto a las actuaciones relativas al plan Sapla (Plan de Salvamento en Playas).
Y es que el Principado aporta el 18,9% a dicho Plan, cuando en los inicios su aportación ascendía al 85%, dejando el resto en manos de los Ayuntamientos. Con la política de pasar la patata caliente a los otros en lugar de depurar responsabilidades no avanzamos en certificar la seguridad de los bañistas; algo que debe ser lo primero, y ahí no vale eludir competencias
La política del Principado de Asturias y de algunos concejos en materia de seguridad en las playas asturianas es insuficiente e irresponsable, y para más inri, nadie ha salido a explicar por qué se repiten año tras año los mismos lamentables sucesos, mientras se siguen sin tomar las medidas adecuadas.
Tenemos frescos los ejemplos de Barayo en Valdés (compartida con Navia) y de Buelna en Llanes. Muertes que se podrían haber evitado contando con vigilancia en dichos arenales. Pero no deberíamos verter todo el peso de la culpa en las Administraciones Públicas, a pesar de que obtengamos de ellas siempre la misma respuesta: la culpa es de la empresa concesionaria.
Los propios usuarios de las playas no pueden comportarse de forma negligente y temeraria, haciendo caso omiso a las indicaciones de los socorristas, vulnerando su autoridad y poniendo en tela de juicio sus aptitudes a la hora de prestar el servicio, que me consta que suele ser excelente en la mayor parte de los casos. Y esto es más extensible si cabe a las playas que, como hemos comentado anteriormente, no cuentan con servicio de socorrismo por no aplicar correctamente el Plan Sapla. En ellas se debe extremar aún más la precaución, y no generar situaciones de riesgo si no estamos seguros de cómo actuar.
La playa no puede ser un lugar en el que lamentar muertes. Y menos cuando estas se pueden evitar simplemente dedicando a la seguridad de las personas las partidas presupuestarias correspondientes, así como coordinando esfuerzos de forma correcta. Y aquí también las empresas deben velar por prestar un servicio de calidad.
Todos debemos poner nuestro granito de arena y dejar de lado consideraciones personales y egos que no llevan a ninguna parte. Cuando está en valor el uso y disfrute de los espacios naturales y comunes, todos tenemos la obligación de remar en la misma dirección. Hagamos de nuestras playas el lugar especial que son, y un espejo en el que mirarnos en el futuro.
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