El monumental superávit comercial alemán, que ya había sido unos de los focos de atención en la última cumbre del G7, también lo ha sido en la del G20. Ante la perplejidad de los interlocutores alemanes, que no entienden por qué se tiene que discutir sobre su éxito comercial.
Ya en el año 2013, el superministro Wolfgang Schäuble dio al entonces secretario del Tesoro de los Estados Unidos esta contestación sobre dicho asunto: «En Alemania no hay desequilibrios que necesiten corregirse. Más bien al contrario, la innovadora economía alemana contribuye significativamente al crecimiento global a través de las exportaciones e importaciones». Si exporto mucho más de lo que importo, tengo un presupuesto equilibrado y vivo por debajo de mis recursos, ¿dónde está el problema?
Pero las cosas no son tan sencillas. Porque en el 2016 un tercio del gigantesco superávit comercial alemán lo consiguió dentro de la UE y algo menos de otro tercio con los EE.UU. En ambos casos la cotización del euro tiene un papel no poco determinante para que el resultado fuese ese u otro bien distinto.
También lo tiene el que dentro de la eurozona todas las economías (singularmente la francesa) se hayan anclado con el euro en un tipo de cambio fijo, pues ya no existen monedas nacionales que permitan una devaluación para recuperar competitividad. Los espectaculares resultados comerciales alemanes con Francia tampoco son ajenos a esto.
Fuera de la eurozona (Reino Unido y EE.UU. casi suponen la mitad del gigantesco superávit comercial alemán) la cotización del euro respecto a la libra y al dólar no es menos determinante. Con el dólar se ha registrado una progresiva devaluación de un máximo en el 2008 de 1,6 dólares a un mínimo en el 2016 de casi un dólar por euro. Es obvio que las exportaciones de Estados Unidos hacia la eurozona (incluida Alemania) crecerían con un euro (apreciado) más cerca de los dos dólares, y que entonces las importaciones de EE.UU. desde Alemania se encarecerían, y se reducirían. Pero no ha sido así. Como quiera que los movimientos de capitales no están propiciando esa apreciación del euro no es extraño que, ante su devaluación, asistamos al brexit o las reacciones de «justicia» y «defensa comercial» de Trump. Y que dentro de la eurozona la única salida a disposición de los países deficitarios y deudores (la devaluación salarial interna) sea vista como una ratonera de deuda y estancamiento. Por ejemplo, en Francia. Porque, además, el BCE estuvo ignorando su objetivo de inflación durante años.
Schäuble se encoge de hombros y sentencia: perseveren hasta tener un superávit como el nuestro. Sin entender que si eso fuera posible a escala de la zona euro (alcanzar un 9 % de superávit sobre el PIB), «destruiría las esperanzas de estabilidad y crecimiento del resto del mundo» (Varoufakis), o bien «que el resto del mundo nunca aceptaría un superávit por cuenta corriente de un bloque de países tan grande» (C. Lapavitsas y H. Flassbeck).