Hasta la ministra de Trabajo reconoce que ha llegado la hora de subir los salarios, ahora que la economía va como un tiro y el Gobierno enmienda al alza una y otra vez sus propias previsiones.
Falta comprobar si es algo más que una frase para un titular y quienes presumen de haber salvado a un país que iba hacia la bancarrota no se limitan a animar a los empresarios a ser magnánimos y se ponen a la tarea en la parte que les toca, como lo relativo a la negociación colectiva o a las retribuciones de los trabajadores del sector público, a los que falta mucho para recuperar el nivel salarial perdido.
O a los renqueantes ingresos de los pensionistas, víctimas desde hace varios años del sarcástico aumento del 0,25%. Más de la mitad tienen dificultades para llegar a fin de mes, según datos del INE. Algo tendrá que ver el hecho de que más de un tercio de los abuelos ayuden económicamente todos los meses a sus hijos y nietos, según un reciente estudio de expertos de varias universidades. La ONG Educo eleva hasta ocho de cada diez el número de pensionistas que se ven obligados a echar una mano a sus descendientes, afectados por esa crisis que para una parte aun importante de los ciudadanos se resiste a ser pasado.
Llega la hora, admite la ministra, de tirar hacia arriba de los salarios congelados o recortados que han caído con fuerza mientras crecían los beneficios empresariales. Y que algo tendrán que ver con el galopante incremento de las diferencias sociales, que nos llevan al liderazgo europeo en tan poco grata materia.
A ver si llega también la hora de que tantos abuelos puedan percibir unas pensiones dignas y disfrutar del descanso que llegaría, en teoría, con la jubilación.