El pasado viernes se estrenó Selfie: la película del momento. Lo dice hasta Boyero, aunque, quizá, para muchos de ustedes, Boyero, sea un «pollavieja al que ignoran y desprecian como Javier Marías o Pérez Reverte. Pero esta estupidez la dejaremos para otro momento. Pues resulta, que el protagonista de la película, Santiago Alverú, es mi amigo. Y el sábado, a eso de las 22:30 nos invitó a acudir a los cines Yelmo, en Los Prados, para ver la película con él. Era una oferta que no podía dejar pasar. Además de una pequeña presentación y un sorteo de camisetas y pósters -en el cual no fui agraciado-, era la oportunidad de mi vida para sentirme parte de The Entourage. La sala estaba abarrotada, para esa hora no quedaba una sola localidad. Y muchos, poco previsores, se quedaron fuera. A medio día ya era imposible conseguir una entrada. Cómo perderse un evento así.
La película trata de Bosco, un niño bien, un pijo, hijo de un ministro detenido por corrupción y como todo se viene abajo: pierde sus amistades, su casa, su posición; bienvenido al Caldaso, Bosco. Como único consuelo le queda buscarse la vida en Lavapiés y recurre a la caridad de unos jóvenes de izquierdas: se enamora de una ciega activista, y le acoge en su piso uno de estos supuestos intelectuales de izquierdas que no han leído en su vida. Para Bosco, esto es Burundi
A la sala, llena hasta los topes, parecía que habían acudido todos esos amigos de Bosco que le dieron de lado en la película, pero que nunca dejaremos solo a Santi. Una señora de avanzada edad, cabello caoba y rezumante de laca, labio rojo y olor a Chanel Nº5 , en un momento de la peli, dijo: «Qué borde la asistenta echándole de casa, con todo lo que habrá hecho esa familia por ella». Ese Oviedín.
La película es maravillosa, no sabría decir si es una comedia o no, porque reír te ríes mucho, pero deja un regusto final. Analiza la posición de la derecha y la izquierda bajo unos personajes estereotipados, pero que no dejan de ser un reflejo muy veraz de la realidad. Las dos españas: la superioridad social de la que se apropia la derecha; y la superioridad moral de la que presume la izquierda.
Selfie fue la palabara del año, según los diccionarios Oxford, en 2013. El termino proviene de 2003, cuando un hombre subió una foto de su rostro repleto de heridas y moratones. La foto estaba borrosa y desenfocada. Él, que probablemente estuviese borracho cuando tomó la foto, se justifico argumentando que era una autofoto : un selfie, dijo. Estoy seguro de que aquel hombre iba borracho, que por otra parte es la forma mas sencilla y mejor de explicar la paupérrima fotografía y el estado de su cara.
Al acabar la peli, siempre echo de menos el The End, todo fueron aplausos, besos, abrazos, fotos y selfies. Luego nos lanzamos a la noche: Bipolar, que son de las mejores copas que uno se puede tomar en Oviedo; Per Se, donde se dejó ver Edu Galán; Mammy Blue, hasta los topes de gente MIR, se sentía el picorcito; y cerrando en el Salsi. Pude comprobar que ser amigo de un famoso, y uno de los próximos ganadores de un Goya -aquí queda escrito-, no facilita el ligar: malditas películas americanas.
Un buen sábado, del que uno sale encantado y orgulloso de ver como un amigo está triunfando. Selfie fue la palabra del año en 2013; y Selfie será la película del año en 2017. Y también salgo con un encargo, de una MIR que me abordo en plena noche: esta generación, de viejo amigos y futuros, también merece un artículo. Y lo tendrán.
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