El partido socialista español debería dividirse antes de diluirse en la nada y desaparecer. Y tendrán que hacerlo con referencia al nacionalismo que refleja el momento actual en España. De esta manera, por un lado debería quedar el PSOE de los que piensan, como el nuevo Secretario General, que una nación es un sentimiento y que la mejor idea para España es la plurinacionalidad. Por otro lado aparecería el Partido Socialista Democrático Español (PSDE) que sería el proyecto constitucional que cree que España es de todos los españoles y que la nación no puede ser un sentimiento, puesto que no se podría unir en el mismo sentimiento a todos los miembros de esa nación, ya que habría un número muy significativo de ciudadanos que quisiesen seguir siendo españoles. Por eso, el empeño nacionalista de definir a la nación como una cultura compartida, es algo que no funciona al haber mucha emigración y mezclas de siglos de otras comunidades españolas, que desean conservar su identidad andaluza, gallega, castellana o murciana. Debido a ello aparece ese interés producto de una niebla ideológica my interesada, por la que se obliga a hablar en un idioma que excluya a los demás, como algo esencial para pertenecer al nuevo mundo prometido desde el nacionalismo.
Pero yo me acuerdo de una anécdota en la ciudad de Bratislava a donde asistí a un curso de verano sobre la cultura checoeslovaca. Estábamos en el año 1977. No habían acabado las clases en los colegios eslovacos y yo tenía que ir a un instituto a recibir las que daban en el curso de verano para extranjeros. La clase que utilizábamos estaba llena de chicos y chicas de unos dieciséis o diecisiete años de Bratislava. Cuando ellos salían del aula, nosotros entrábamos. Y aquellos alumnos salían todos escupiendo al suelo por el pasillo. Todos los extranjeros nos mirábamos extrañados. Hasta que un día me enteré que la última clase que tenían era la de idioma ruso, obligatoria para todos, puesto que Checoslovaquia era uno de los países del Telón de Acero. Aquellos chicos no querían seguir con el idioma ruso en sus bocas, por lo que escupían al suelo para no dejar rastro ni en la saliva, de aquel idioma al que tenían que aprender obligados.
La actitud nacionalista es emotiva y se basa en que la unidad tiene una dirección institucional que la lidera. Su principal afán es que los cargos en su centro de poder sean designados por los miembros de la cultura nacional y entre sus seguidores.
Por eso, los dos grupos que se formarían en el socialismo español se inclinarían, en el caso del grupo del Secretario General nuevo, por las emociones vinculadas a la comunidad que los independentistas quieren implantar en Cataluña. Esto es, a culturas que son asociaciones que han generado y que sostienen un sentimiento compartido por quienes pertenecen a ellas, excluyendo a todos los demás. Y por la otra parte, el nuevo partido que debería crearse, sería el que se uniese a la razón entendida como algo universal en aquello que da por válido lo que es para todos, en todo momento, y en todos los lugares.
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