Las elecciones francesas se parecen a un Madrid-Barça de la política europea, un espectáculo con tantas opiniones como espectadores en general poco instruidos sobre la trastienda real de las cosas, entre los que me incluyo. Hasta ahí la comparación: tendemos a confundir erróneamente lo histórico con lo espectacular, una galerna con una tormenta de verano. Y muchos no se enteran de lo que está ocurriendo, como no se enteraron en 1922 con el ascenso del fascismo primero en Italia y luego en España, Alemania, Austria, Croacia, Hungría… y Francia. Sí, la educada Francia de la Ilustración, de los liceos, de la laicidad, del origen de las democracias modernas. No se enteraron o no se quisieron enterar de que la mecha estaba prendida y avanzaba haciendo explotar barriles uno tras otro. Aún seguían bajo la cama, clamando por una pusilánime e imposible conciliación o por lo contrario, pero sin hacer otra cosa que estropearlo todo más, hasta que llegó el peor terremoto vivido por la humanidad.
Francia tuvo, como España, su amarga experiencia en la guerra. La palabra amarga se queda miserablemente corta, como es obvio, pero dejémoslo ahí. Francia tuvo Vichy, la peor vergüenza de su memoria, y eso ocurrió, en términos de historia, anteayer: aún hay gente viva que lo recuerda, muchos que murieron y no pueden recordar, y otros que lo han olvidado, o que quieren que ocurra de nuevo. Le Pen padre, un engendro de Vichy, y Le Pen hija, una criatura del engendro, son un compendio perfecto de la peor basura intelectual y humana de Europa. Y hoy por hoy, en lo práctico, sólo los votos a Macron pueden pararlos.
Si esto era lo dramático, ahora viene la parte tragicómica: Mélenchon, que pilota el equivalente francés de Podemos, es el único que se negó en principio a pedir el voto para Macron tras el fracaso electoral de su partido. Esta falta de generosidad, de sentido del Estado, que Podemos ha retomado como un eco torpe en España, es tan miope, tan mezquina y tan estúpida que cuesta creerla. Y recuerda tremendas decisiones políticas de la Guerra Civil.
Es posible que coincida con algunos planteamientos políticos de Podemos: ¿Quién no está harto de la corrupción, de los políticos atornillados al sillón? ¿Quién en su sano juicio piensa que se puede dar rienda suelta a la banca o a las eléctricas? Etcétera. Bien. Sin embargo, esto de Francia, amigos podemistas, es de un tonto subido. Creedme, por si no os habíais dado cuenta: cualquier cosa es mejor que Le Pen. Hasta el podrido Fillon lo era. Puede que Macron lleve el estigma del socialismo europeo y qué se yo qué más. Pero Mélenchon, por otro lado ya fuera de juego, es un tipo que lleva viviendo 35 años de la política y no precisamente savia nueva en las venas europeas. Después de Trump y el Brexit, no necesitamos más electroshocks.
Comentarios