El comportamiento electoral de las personas comenzó a transformarse profundamente en la primavera del año 2010. Transcurridos siete años y tres elecciones legislativas, dos recientes y consecutivas, la estructura del comportamiento electoral es otra, pluripartidista e inédita en España por la coexistencia circunstancial de cuatro fuerzas políticas preponderantes, dos nuevas en progresión y dos viejas en regresión.
La situación actual es irreversible, porque encierra una discontinuidad o fractura que es generacional. En la actualidad, están votando a UP y las confluencias tres millones de electores del PSOE del año 2011, los más jóvenes; análogamente, Ciudadanos ocupó espacio en el año 2015 con el aporte principal de 1,9 millones de electores procedentes del PP. Estos votantes se marcharon del bipartidismo como santa Teresa de Ávila, lo que significa que los viejos solo pueden resistir. Las remontadas de Susana Díaz o del PP de Rajoy no existen porque no hay más mercado.
Ni los nuevos electores de Podemos son unos radicales, revolucionarios o colectivistas, ni los de Ciudadanos son unos neoliberales amigos del Ibex 35. Neoliberales somos todos los habitantes del primer mundo en la escala global. En esa escala, tan neoliberal es interpretar como derecho adquirido la incorporación a nuestro sistema sanitario del último avance médico, como demandar un sueldo por el hecho de existir. Los votantes de Syriza, el M5E o los de UP y las confluencias son los socialdemócratas del siglo XXI, que en España son hegemónicos hasta los 45 años de edad y los que más votos reúnen hasta los 65 años. Es la gente corriente del siglo XXI, y nos acostumbramos porque es lo que hay.
Los fenómenos electorales que progresan en Alemania, Francia, Austria, Holanda o EE. UU. tienen el denominador común del great again. Las sociedades más avanzadas del mundo están situando entre sus valores principales el nacionalismo y la xenofobia. Es su reacción a una globalización que perciben como amenaza. En el sur de Europa las nuevas mayorías están a otra cosa, que es terminar con la gestión desleal de los recursos de todos y alcanzar otros estándares de movilidad y desigualdad sociales; aún somos sociedades clientelares, aquellas son sociedades elaboradas de construcción socialdemócrata.
La quiebra de confianza en la clase política es generacional, pero también es territorial y educacional. El bipartidismo reúne a los más mayores, personas de estudios primarios en siete de cada diez ocasiones, y consigue sus mejores resultados en la España interior, envejecida y despoblada. Los partidos nuevos son hegemónicos en la mitad más joven del censo, que es población de estudios superiores, técnicos de grado medio y FP; los estudios primarios se han extinguido. Los primeros somos irresponsables de lo público en nuestros grandes números; la generalidad de los segundos, no. Está finalizando el orden que organizó a los más mayores durante décadas.