Aparentemente esto suena a contradicción. Las asociaciones «sin fronteras» significan, en principio, solidaridad, idealismo, sacrificio y tantos valores que echamos de menos en nuestra sociedad actual. ¿Son compatibles acaso estos valores con la política? ¿Es posible acaso una organización que se denomine «Políticos sin fronteras»? Prescindamos de la realidad, porque, si miramos a nuestro alrededor, tendremos que afirmar con la máxima rotundidad que no se puede ni soñar en unos «políticos sin fronteras». Los políticos nacen y se cuecen dentro de un ambiente nacional, con más o menos tintes de nacionalismo, todos dentro de unas fronteras: todos quieren hacer «una patria grande» en la que lo extranjero y el extranjero sea únicamente un instrumento al servicio de la «gran nación» o del «gran país».
Sin embargo, políticos sin fronteras, aunque no muchos, existen. El político que ha desterrado de su vocabulario y de su actitud la palabra extranjero, porque en cualquier ciudadano, independientemente del color o del idioma de éste, sólo ve «la persona», el político que intenta resolver los problemas de su país sin olvidarse de los problemas de otros países, ese es un político sin fronteras.
Pero hay un campo muy propicio donde debería prosperar el transfronterismo político, un ámbito en el que no existen barreas geográficas y en el que hace tiempo que deberían haber desaparecido todo tipo de barreas, porque uno de sus principios fundamentales es la «no discriminación por razón de la nacionalidad». Ese ámbito se llama Unión Europea. ¿Podemos decir, sin embargo, que los políticos de la UE, es decir los europarlamentarios y los jefes de gobierno -estos últimos constituyen el Consejo Europeo- practican una política sin fronteras? Y los ministros de los Estados miembros, que son los que forman el Consejo de Ministros de la UE, ¿piensan en otra cosa que no sean los intereses nacionales? ¿De qué problemas nos hablan los políticos en las campañas electorales al Parlamento Europeo? ¿Cómo reaccionan nuestros políticos y los políticos europeos ante cualquier problema que afecte a toda la Unión Europea, p.e. los inmigrantes, los refugiados, la amenaza yihadista? En general, al más puro estilo insolidario y nacionalista.
¿Utopía? ¿Realidad? Como suele suceder en política, la teoría se encuentra en las antípodas de la realidad. ¿Dónde está esa UE de los partidos transeuropeos? ¿Qué posibilidades tiene un español de votar a un francés o a un italiano, o al contrario? No quiero una UE nacionalista, con murallas interiores y murallas exteriores. Quizás debamos empezar constituyendo la asociación de «Ciudadanos sin fronteras». En un mundo globalizado, donde los problemas sólo se pueden resolver en colaboración con otros países, fomentar el espíritu nacional, es la mayor de las miopías. Mientas el mundo de la empresa y de las finanzas se globaliza, nuestros políticos se regionalizan.
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