La situación actual de Europa no es realmente muy optimista -tampoco la de España-, pero una Europa xenófoba, una Europa nacionalista, una Europa con fronteras y con aranceles, una Europa de visados y de pasaporte, y, sobre todo, una Europa con sangre y guerras es todavía menos atractiva. Pues esta Europa lúgubre, esta Europa del mediados del siglo XX es la que podía y puede aún venir. Los holandeses, un pueblo culto, se han dado cuenta de su responsabilidad y no se han dejado llevar ni por Trump ni por el Brexit. No se trataba de unas simples elecciones, sino de seguir adelante o de echar abajo todo lo logrado durante 60 años. Aunque la amenaza está ahí, sin embargo ni los populismos ni los partidos antiEuropa pueden -al menos hoy- cantar victoria.
Sin embargo, el voto pro Europa es para muchos voto del miedo. No es el miedo que nos obliga a votar a un partido para que no salga elegido el otro partido que no queremos, como sucede normalmente en las elecciones nacionales. Es el miedo a que, si triunfan los partidos xenófobos y populistas, la UE se nos venga abajo. No se trata de que triunfen unos partidos u otros. Se trata de todo o nada, de que la UE se mantenga o se nos hunda. Son muchos los que piensan, incluso convencidos, que la UE debe desaparecer, pero yo no quisiera que con el hundimiento de Europa se nos hundiera la democracia, no quisiera que con la caída de la UE pudieran prosperar los dictadores. Los que han nacido o se han criado dentro de esta realidad llamada UE y no han conocido la España anterior, no pueden apreciar los grados de democracia y de solidaridad humana que nos ha supuesto a los españoles la entrada en la UE. Pero la rebeldía y la crítica no pueden llevarnos hasta el suicidio.
Votar por Europa no es darles una carta blanca a la Comisión Europa o al Consejo Europeo y mucho menos decirles «lo estáis haciendo fenomenalmente». Los resultados de las elecciones en Los Países Bajos nos han demostrado que hay muchas personas desencantadas de Europa. Y es esto lo realmente preocupante. Algo se está haciendo mal en la UE, cuando el descontento crece en países relativamente ricos y sin paro, como son Alemania, Francia, Holanda, y Austria.
El triunfo de los partidos europeístas de Holanda es una noticia muy positiva para todos los que estamos convencidos de la necesidad de una Unión política de Europa. Pero no me gusta el triunfo del miedo ni una UE basada en el temor. No sé qué es lo que realmente ha triunfado en los Países Bajos si la idea de Europa o el miedo. Tampoco quiero unos Estados Unidos de Europa, si la mayoría de los ciudadanos nos se sienten atraídos e ilusionados por esta idea. Y no podemos estar votando eternamente guiados por el miedo. Quiero un voto de ilusión, un voto convencido. Para esto, los políticos tienen que presentarnos la Europa en la que pensaban los fundadores de la UE, no la Europa actual. Tienen que presentarnos la Europa solidaria y humana, no la Europa de los bancos y del capital.
Las próximas batallas -las citas electorales en Francia y en Alemania- están todavía por ganar, y el miedo no es nunca la mejor arma.
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