La innovación constante que ocurre en la sociedad nos conduce a pensar que la realidad y sus prácticas van modificándose constantemente. La creatividad será la fuerza que se comprometa con el diálogo innovador dentro de las formas de convivencia socio culturales. De todas formas, teóricos de la construcción ideológica del mundo señalan que desde la perspectiva socio cultural nada de lo que ocurre es totalmente original.
Mucho de lo que pasa en el mundo de las ideas son préstamos de otras culturas y tiempos pasados que han sido adoptados por la sociedad actual. Sería una forma de reciclar alguna idea para hacer bricolaje de algo que ya ha sido construido de otra manera.
Esto hoy en día se hace en cuanto a la hegemonía y el poder. La idea de hegemonía se emplea para referirse a los caminos complejos por medio de los cuales el poder trata de infundir ideas a la sociedad. El poder moderno se ha hecho una lucha silenciosa entre las nociones de poder y de cultura. Se ha dado a través de una actividad que utiliza la voluntad y la gestión de las personas para abrir caminos de futuro. A esto, Lenin le llamó movimiento social y Gramsci, poder social.
La metodología de este poder moderno es sencilla: se le da importancia a los canales de televisión, a los medios de comunicación de todo tipo y a las redes sociales que nos rodean con sus telas de araña. Pero para sostener este poder e incrementarlo se hace necesario el intelectual que favorezca la conquista de este poder moderno. El intelectual pertenece generalmente a cuadros de la sociedad dominante, ya que son los que elaboran la ideología y otorgan la homogeneidad a la clase en el poder. Pero los viejos partidos políticos más históricos y de estructuras piramidales, convertidos ahora en lugares populares muy cerrados, luchan por el intelectual descolocado, que no pertenezca a ningún centro de poder y al que se le pueda convencer y absorber por la nueva clase pensante. De aquí que al intelectual que pertenezca a grupos definidos como son periódicos, radios o aún televisiones, se le pueda despreciar y atacar a sus raíces más íntimas sin dejar huellas.
La política de estos viejos partidos, reconvertidos en modernos, tratará de absorber a los intelectuales tradicionales más libres, ya que como señalaba Gramsci al clero de la Iglesia, a la aristocracia económica y a la propiedad es difícil llegar a conmocionarlos.
Y, debido a ello, basándose en ideas que hablan del bloque moral de la sociedad y de sus representantes, los intelectuales morales serán el embrión de una futura sociedad socialista y la base de un estado potencial nuevo.
Como consecuencia habrá que hacer desaparecer al intelectual que represente al grupo de poder correspondiente, sea periodista, locutor de radio o experto en las redes sociales, dado que está defendiendo a la casta y no dejando que se forme una élite intelectual orgánica, es decir, perteneciente al partido político que anhela el poder con todas sus fuerzas y que espera la ayuda merecida.
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