Veinticinco cartulinas decidieron, según el poco riguroso escrutinio realizado, el único punto polémico del congreso del PP. Votaron poco más de 600 de los más de 3.000 compromisarios acreditados.
Podemos presume con razón de seguir batiendo récords de participación en sus procesos internos. Aun así, en el proceso que el domingo concluyó en Vistalegre votaron poco más del 34,5 % de los inscritos.
En ambos casos, los que no llevaron su compromiso de participación hasta el final podrían haber modificado el resultado o ampliado aún más el margen de la opción ganadora.
En el Reino Unido poco más de 17 millones de ciudadanos decidieron la separación de la Unión Europea. Ganaron por algo más de un millón de papeletas. Trece millones de posibles votantes se quedaron en casa. Al final el 37,4 % de la población llamada a las urnas tomó una decisión que afectará profundamente a la vida de todos.
Trump ganó pese a que obtuvo tres millones de sufragios menos que Clinton, por el peculiar sistema electoral estadounidense. En varios estados la candidata demócrata perdió por menos de doscientos mil votos. Si hubiese logrado movilizar a un número relativamente pequeño de simpatizantes en varios estados clave, el resultado final sería muy distinto.
La apatía de quienes se quedaron en casa pensando que su voto no iba a cambiar nada, o la de quienes no llevaron hasta el final el compromiso de participación asumido, pudo haber propiciado la derrota de la opción por la que se habrían pronunciado.
Un puñado de votos puede ser decisivo. Conviene no olvidarlo cuando el mapa político se fragmenta y crecen el populismo y el fascismo.