Lo que realmente separa a Iglesias de Errejón es la ideología y las distintas manifestaciones de la actividad política. El primero habla de la transversalidad, de la gente y de España en una relación que no se entiende normalmente, dado que transversal es algo que se halla atravesado, que se desvía de la dirección recta, que se cruza en dirección perpendicular con aquello de que se trata. También se puede comparar transversal con colateral y con algo que atañe a distintos ámbitos en lugar de a un problema concreto. Además, en su caso, «la gente» oculta al término «proletariado», «clase obrera» o, aún mejor, «los indignados». Por eso, parece difícil la concatenación de ideas que realiza. Sería más fácil hacerla con vocablos relacionados como: aceitunas, aceite y España. Tendría más sentido.
Las ideas sobre política que emplean los dos parlamentarios provienen de Antonio Gramsci, sociólogo italiano al que Mussolini metió en la cárcel por su menta ilustrada y su capacidad intelectual. La trayectoria ideológica de Antonio Gramsci le lleva a separarse de Vladimir Lenin y sus ideas sobre el proletariado para introducir una nueva voluntad colectiva política, una conciencia activa que recoja a los ideales de una sociedad como la italiana de su momento. Antonio Gramsci mantenía la idea de que a través de la cultura se puede llegar a controlar a la hegemonía política. Y que se hace necesario utilizar el Parlamento para conseguir el poder, a través de una didáctica social, política, económica y cultural.
Iglesias es partidario de Lenin, desde la calle y con el pueblo proletario indignado a lo que llama «la gente», conseguir el poder, aunque el Parlamento esté muy bien y haya que utilizarlo también para los mismos propósitos, aunque sea mucho más lento. Iglesias no cree realmente que el sistema democrático tenga la paciencia suficiente para esperar que los indignados, desde las instituciones democráticas, consigan llegar a dominar en la política española.
Se puede decir en un plan teórico que Iglesias se teme que Errejón haya desplazado el centro de gravedad del materialismo a la Historia, aceptando las normas de convivencia democrática que se imponen en este momento Y por eso, la evolución de esta Historia sería un medio de conseguir el poder, pero para Iglesias esto está a una distancia tan grande que ni siquiera podría divisarse después del horizonte.
Errejón cree, a mí me lo parece, que la adquisición de la cultura sería igual a la organización, a la toma de conciencia de la persona, es decir, la cultura sería la potencia fundamental de pensar y saberse ir en la vida, consiguiendo llegar a dominar al Estado. Con esto se está abriendo un marxismo cerrado por las doctrinas estalinistas que apoyaban a las interpretaciones empíricas y deterministas de Kautsky, Plekhanov y Bukharin de la Segunda Internacional, que señalaban que el crecimiento en número de la clase obrera obligaría a una transición del capitalismo al socialismo. Por eso, Iglesias, a mi entender, cree que las masas (para él, la gente), al ser privadas de sus prerrogativas e indignadas por ello, iniciarían el proceso de transformación hacia la nueva sociedad. Pero, se quiera o no, el avance industrial, ya desde el siglo XIX, no ha polarizado a la sociedad hacia nada revolucionario. Por eso, Lenin y Gramsci han chocado, lo mismo que chocan y chocarán siempre los dos políticos representativos, hasta este domingo día 12, de Podemos.
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