Al otro lado del mundo, un tipo sin escrúpulos fue investido como presidente de EEUU. Nunca hubiese imaginado que el recorrido de la bestia fuera tan veloz y apoyado por gobiernos que no dejan de congratularse, y en última instancia, justificar su nombramiento. Solo hay que oír la tibieza en sus palabras: que si hay que darle una oportunidad, que si de lo que se trata es de seguir manteniendo buenas relaciones, por supuesto, referidas al tema económico. Ni se inmutan por la pérdida de derechos civiles, ni que una panda de multimillonarios, de la peor calaña, constituya una seria amenaza para el planeta. El equipo de gobierno formado por el ahora todo poderoso y perverso señor Trump, me temo que nos hará partícipes de una tragedia, aunque el título El día de la bestia suene a comedia. Ya se sabe que, casi siempre, las tragedias tratan de asuntos terribles que acaban sumando muertos o exilios; y los malos son malísimos, adictos a toda destrucción. Decía Albert Camus: «Un hombre sin ética es una bestia salvaje arrojada sobre el mundo», aceptando que toda época ha tenido sus bestias, lo tremendo es que sabemos el resultado de sus fechorías, el grado de maldad que lograron desplegar a sus anchas y de perpetrar, especialmente en el siglo XX, tipos como Hitler, Mussolini, Franco, Stalin, Pinochet, Videla, Somoza (estos tres últimos ayudados por EEUU), Milosevic... Resulta incomprensible la frágil memoria de algunos y la carencia de escrúpulos en negarla por otros. Solo así se entiende esa vuelta a un tiempo dorado para las bestias salvajes que nos gobiernan, y todos esos cachorros creciendo a la sombra, sin memoria, haciendo gala del inmenso desprecio y desdén que sienten por las gentes, la historia y la cultura, pero ahí están, esperando su turno.
Hay días que no se encuentran palabras para describir el horror y el mundo acaba por tener el aspecto de un búnker hermético y sin escapatoria posible. Llegar a esta situación significa el beneplácito de muchos sectores, sobre todo conlleva que la política haya sido vaciada de toda ética, esté copada por los peores; de lo contrario, no sería posible entender el grado de degradación al que hemos llegado. Políticos ignorantes sin ningún interés por la «cosa pública», mucho desalmado arrogante parasitando en nuestras instituciones, y una frágil democracia que acaba siendo pasto para los buitres. Y seguirán adelante con el engaño, vendiendo el mejor de los mundos posible, aunque el olor putrefacto de la corrupción nos asfixie, los recortes en derechos nos acogoten y asistamos incrédulos al rearme de la ultraderecha fascista que, como en sus mejores y terroríficos tiempos, ya han empezado a abrir fauces a la espera de devorar a sus presas.
Lo más grave es toda esa gente que mira para otro lado, y se deja arrastrar como la corriente de un río, esperando diluirse en aguas más profundas, o puede que revueltas. El mutismo como principio para andar por la vida, es asimilar, de nuevo, aquella fórmula impuesta que tenía que ver con regímenes totalitarios y dictatoriales que rezaba aquello de «cuidado con lo que dices, no te metas en nada y te irá mejor». Se sabe que eso no es cierto, pueden aporrear a la puerta de tu casa en cualquier momento, no se detendrán porque decidas mantener la boca cerrada como una tumba. Así que puedes optar por ponerte la mordaza, ser un obediente sumiso y aceptar vivir en silencio hasta el fin de tus días, pero recuerda, tarde o temprano alguien te señalará, pedirá cuentas bien por lo que has dicho, o callado, y el miedo será ese cómplice necesario que te arroje como alimento imprescindible que engorda y fortalece a la bestia.
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