García Rúa en la Universidad de Barcarès

OPINIÓN

07 ene 2017 . Actualizado a las 17:05 h.

A los 93 años de edad falleció en Granada, de cuya universidad había sido catedrático emérito de Filosofía, José Luis García Rúa, a quien admiraba y quería desde mi ya lejana adolescencia. Fue entonces cuando le conocí como alumno de alguna de sus clases en Gijón, a finales de los sesenta, clases a través de las que tuve las primeras nociones de marxismo y anarquismo, materias más que clandestinas en aquel tiempo.

La última vez que vi a García Rúa fue en Salamanca hace unos pocos años, ciudad en la que estudió y fue profesor junto a García Calvo, con motivo de una de sus conferencias. En realidad, desde aquellos años en el Gijón de finales de la dictadura, no había tenido oportunidad de verle más que en dos ocasiones, esa de Salamanca, y la vez en que la CNT ofreció en Madrid uno de los primeros mítines tras la muerte de Franco, en el que participó como orador. En esta ocasión me acompañaba Jesús Garay, otro estimado libertario gijonés, entusiasta promotor durante decenios de la asociación cultural Gesto -de la que fue alma fundacional el propio José Luis-, fallecido hace un par de años por estas mismas fechas.

De todo cuanto José Luis dejó contado en sus dilatadas memorias, me quedo como más esencial rasgo para definirle y recordarle siempre con el recuerdo que guardaba cuando, con quince años y tras la muerte de su padre en combate en el frente de Oviedo contra las tropas del coronel felón Aranda, hubo de tomar el camino del exilio y fue internado en el campo de concentración de Barcarès. Allí organizó una pequeña revolución al dar a conocer en el tablón de anuncios la contribución en francos que el gobierno de Negrín daba para la manutención de cada interno, que no se correspondía con la pésima alimentación recibida.

Dice García Rúa que aquel campo fue también su universidad por el alto nivel de las conversaciones que mantenían los exiliados republicanos y por el comportamiento de un vecino de Gijón, miembro de las Juventudes Libertarias, que se libró de la muerte tras caer malherido acantilado abajo, entre los cadáveres de los numerosos fusilados que las tropas franquista ejecutaban tras su entrada en la ciudad asturiana. Este joven acostumbraba a poner los paquetes de comida que recibía de España a disposición de todos sus compañeros de barracón, al contrario de lo que hacía el resto. Para José Luis aquello fue un ejemplo que le acompañó siempre: el de la coherencia de hablar bien y actuar del mismo modo.

Esta es la impresión y la memoria que nos deja a quienes conocimos y admiramos a José Luis García Rúa, alumno del anarquista Eleuterio Quintanilla en la Escuela Neutra de Gijón, que mientras la Legión Cóndor bombardeaba la ciudad antes de su ocupación por el ejército golpista, prefirió acompañar a su maestro en el aula en lugar de buscar protección en un refugio.