Afrentosa y despectiva respuesta la que el nuevo ministro de Exteriores dio desde el banco azul al diputado de Podemos Pablo Bustinduy, que se interesó por las gestiones que hace el Gobierno de la nación para que los españoles residentes en el extranjero reciban la máxima cobertura posible, entre la que no está la de ejercer el voto como el resto de conciudadanos, pues a ellos se les ha impuesto el denominado voto rogado, cuya derogación impidieron el Partido Popular y el PSOE.
El ministro Alfonso Dastis hizo su acto de presentación en el Congreso del peor modo posible: dando vergüenza. Detrás de él, a medida que desparramaba bochorno, su compañero de partido Floriano competía en desfachatez con rendido asentamiento a la retórica baladí e insultante del titular de Exteriores. Ninguno de los dos tuvo en cuenta los datos que siguen y posiblemente ignoren como síntoma cabal de su desprecio a una realidad constatable:
El pasado 1 de enero había 2.305.030 españoles inscritos en los registros consulares, lo que equivale a un aumento del 5,6% con respecto a la misma fecha de 2015, cuando eran 2.183.043 los que residían en el exterior, según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Si se toma como referencia el año 2009, cuando este organismo público comenzó a difundir esta información y la crisis económica ya había afectado a España, el incremento de aquellos que hicieron las maletas a otro punto del globo sin billete de retorno se dispara hasta el 56,6%.
Una pregunta me gustaría hacerle al ministro Dastis: Si los españoles que se van al extranjero lo hacen por alteza de miras -según sus propias palabras-, ¿quiere decir que los que se quedan carecen de la misma? Si fuera así, menos porvenir le espera a un país que se vacía hasta tal punto de quienes tienen las miras más altas.
La causa de la emigración es la desesperación, como siempre lo fue, y la emigración es uno de los factores que más influye en la despoblación. Por lo que se refiere a Asturias, leíamos hace unos meses en este mismo diario: La bajas de los padrones reflejan que en 2013 se fueron 1.357 habitantes; en 2014, 1.505; y en 2015, 1.838. Eso supone una media de cinco al día y una sangría cercana a los 5.000 en un trienio. La mitad, aproximadamente, se queda en Europa. Un número considerable (801) se decanta por América.
Más allá de Pajares, el panorama es aún más desalentador: la provincia de León perdió casi seis mil habitantes en 2015. La siguen Salamanca con 3.410 y Zamora con 3.030 habitantes, respectivamente. ¿Qué porvenir le aguarda a Asturias, a Castilla y León en general -con una pérdida global de casi 25.000 habitantes- y a España en su conjunto de persistir esa diáspora galopante de quienes tienen alteza de miras, señor ministro?
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