Apareció Syriza, luego el M5E, después AGE, y la CUP; en el 2014, Podemos y en el 2015, las elecciones del 20D, que nos dejaron más de cien escaños donde antes no había nada y siguió cambiando todo. Así lo de Donald Trump, el outsider que se impuso en las primarias del Partido Republicano y luego en las presidenciales norteamericanas, como consecuencia de la desmovilización de electores demócratas decepcionados y cierta movilización adicional populista o antisistema en torno al magnate. Hubo momentos en los que Bernie Sanders y Donald Trump ganaban los estados a los candidatos oficiales y nadie entendía nada.
Este doble concepto había explicado antes, el día 5 de junio, el éxito del panista José Rosas Aispuro en las elecciones a gobernador del Estado de Durango, el corazón de México. En la patria de Pancho Villa siempre había ganado el PRI, algo así como ochenta años seguidos, que terminaron de forma tan contundente como los liderazgos de Cameron, Pedro Sánchez, Clinton, Hollande, Sarkozy o Renzi, aunque alguno se resista. ¿Qué va a hacer Pedro Sánchez? ¿Un partido nuevo? Difícil, como mucho un partidillo madrileño de dos escaños en las generales. Como nadie gana a los andaluces en el PSOE, lo mejor que puede hacer es desaparecer, descartado el márketing de la reconciliación, donde asume el papel de jarrón chino que tan bien representa Zapatero y tan mal Felipe González.
Este año 2016 los creadores de opinión se encontraron los resultados electorales como caídos del cielo. El 24 de abril, había ganado la ultraderecha de Norbert Hofer la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Austria. Aquello impactó casi tanto como los resultados de Alternativa por Alemania del mes de marzo en Sajonia Anhalt (23 %), y a la vuelta del verano en Berlín (14 %). El sistema lo llamó el avance de los populismos, reclamando así el respaldo de las personas para los partidos y las posiciones políticas convencionales. Pero la gente, ni caso.
Finalizando el mes de junio, el Reino Unido decidió abandonar la Unión Europea, lo que influyó en las elecciones del 26J en España. Sin embargo, esta segunda convocatoria para elegir lo mismo refrendó la aritmética cuatripartita expresada en las elecciones generales del 2015. Y esto es lo contrario que la liquidación de Ciudadanos y Podemos, o la restitución de una normalidad bipartidista que no existe desde el año 2010. Por esto declinó Rajoy la investidura después del 20D, para destruir a Ciudadanos volviendo a las urnas, pero falló. Los votantes de Rivera definen un espacio electoral distinto del de la derecha autoritaria, vieja, reaccionaria y populista que simboliza el PP en la España del siglo XXI. Un año de gestión exitosa de los socialistas en Portugal destruye el feudal «nosotros o el caos» de este partido. Es el final, porque no hay pegamento que una al PP con Ciudadanos ni aguja que cosa lo que queda del PSOE, pero tampoco hay disolvente que pueda con Unidos Podemos y las confluencias. La transformación es irreversible y nos acostumbramos.