Los ciudadanos presenciamos atónitos estos días, con motivo del fallecimiento de la exalcaldesa de Valencia y senadora, la señora Rita Barbera, la incalificable actitud demagógica que su partido de toda la vida, el PP, ha mantenido una vez que ha tenido conocimiento de su muerte.
El PP y sus máximos responsables nos han tomado por idiotas y gilipollas a todos los españoles; de lo contrario no es muy entendible que hace tan solo apenas una semana, cuando la señora Rita Barbera se sentó en el banquillo del Supremo para declarar sobre sus presuntos blanqueos de dineros para financiar al PP, siendo alcaldesa de Valencia, ninguno de sus compañeros de partido hasta entonces quisiese ni oír hablar de tal señora. Cuando los periodistas preguntaban sobre el caso a los dirigentes del PP, incluido el propio Rajoy y varios de sus ministros, la respuesta era siempre la misma: «Esa señora ya no pertenece al partido Popular». Los populares escapaban de la Barbera como si fuera una apestada, como alguien que no habían conocido nunca. Eran conscientes que una foto o una conversación pillada con la exalcaldesa valenciana les podrían pasar factura electoral. Había que mantenerla alejada.
Tuvo que llegar la inesperada muerte de la lideresa valenciana para que todos sus compañeros del PP, al menos los más visibles para la opinión pública, se quitaran las caretas y se nos mostraran tal como son: unos insoportables demagogos, unos caraduras sin escrúpulo alguno. Todos aquellos que hasta hacía pocos días huían de la Barbera, ahora que había fallecido, que ya no iba a dar más problemas, ahora que los periodistas ya no hablarían más de sus presuntas corruptelas, ahora la subían a los altares. Rajoy declaraba en su funeral que «había sido un honor tenerla como su amiga». Es la hora de las alabanzas, de los elogios, de los homenajes, de las frases rimbombantes de exaltación a la fallecida.
Pero al PP no le basto con despedir a su alcaldesa más popular, en medio de una división interna en las filas de su propio partido, sobre el trato dado en los últimos tiempos a Rita Barbera. Algunos de sus más destacados cargos han responsabilizado a determinados partidos políticos y a sectores del mundo del periodismo de «haberse ensañado con ella y de cargársela».
También el abandono de Podemos del Congreso durante el minuto de silencio en recuerdo de la senadora popular ha despertado la indignación en la mayoría del resto de los partidos políticos. Las redes sociales han mantenido en las últimas horas una encendida polémica sobre esta cuestión. Algunos han recurrido a las hemerotecas y han recordado que en el año 2010, cuando se produjo la muerte del diputado de la Chunta Aragonesista, José Antonio Labordeta, en aquella ocasión con Zapatero como presidente, la mesa del Congreso rechazó guardar un minuto de silencio por el insigne diputado maño, que estuvo durante dos de legislatura como parlamentario. El argumento que se esgrimió fue que «no se había hecho nunca por otros compañeros fallecidos».
Los comportamientos del PP con la muerte de Rita Barbera nos muestran que este partido cada vez entiende más que España es su cortijo particular, donde existe un pastor todo poderoso llamado Rajoy. Ese pastor tiene un gran rebaño de ovejas, que somos los españoles y, para protegernos del lobo malo y destructivo que es Pablo Iglesias y su partido, él se rodea de un buen número de mastines amaestrados para defendernos del lobo feroz.
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