Pedro Della Rovere

OPINIÓN

30 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Il Generale Della Rovere, película dirigida por Roberto Rosellini en el año 1959, se desarrolla en la Italia sometida por la ocupación nazi, y narra las andanzas de Emmanuele Bardone interpretado magistralmente por Vittorio De Sica. El protagonista, es un pícaro que busca tanto contentar a los nazis como a los italianos, mientras los tima aprovechándose de la apariencia de tener influencias en determinados círculos de poder, de los que carece en realidad. En un momento determinado de la historia, el destino del personaje gira de forma inesperada, cuando los alemanes asesinan al General Della Rovere, un héroe de la resistencia italiana. Los nazis asumen el error táctico de haberlo hecho, ya que vivo les sería más útil para obtener información que les ayudase a desmantelar la cúpula de la Resistencia italiana. Por ello deciden ocultar su muerte, y ofrecen así a Bardone, aprovechándose de sus dotes para el engaño, que se haga pasar por él en la cárcel, para ir delatando y consiguiendo la información de los líderes de la resistencia presos, y especialmente para descubrir a Frabrizio, cabecilla de la Resistencia. En el desarrollo de la historia, Bardone asume por completo el rol de Della Rovere, lo hace suyo y acaba dando su vida por la Resistencia italiana.

La película de Rosellini la usó Javier Cercas en su libro Anatomía de un instante (2009) para asemejarla con la figura de Adolfo Suárez, quien viniendo de un régimen dictatorial hizo suya la causa de la democracia frente a los golpistas del 23F. Pero Della Rovere, ahora mismo sería Pedro Sánchez.

Recapitulemos, Alfredo Pérez Rubalcaba dimite presionado por Susana Díaz tras el desastre de las elecciones europeas de 2014. Este, para frenar a Susana apoya a Eduardo Madina y promueven un proceso de primarias para la elección de Secretario General. Ante la maniobra, la federación andaluza impulsa a Sánchez, diputado raso hasta el momento y chico de los recados, perteneciente a los denominados como «pepiño boys», trío formado por Antonio Hernando, Oscar López y el propio Sánchez. Los otros dos acabarían de portavoces en el Congreso y en el Senado respectivamente. Susana Díaz, junto a otros tantos líderes territoriales, aúpan a Sánchez hasta la Secretaria General con la legitimación de por medio de las bases.

A partir de entonces, Sánchez intenta volar solo, con poca habilidad va enfadando a unos y a otros, y llegan las elecciones. Tras el resultado del 20D, el Comité ata en corto al entonces Secretario General, este busca salida en una coalición con Ciudadanos, al que meses antes había catalogado como el Partido Popular con 20 años menos, y en la que Albert Rivera sería Vicepresidente, pretendiendo que Podemos se sume tan alegremente. Iglesias que para entonces pensaba en el sorpasso le dice que ni en broma. Todo ello acaba desembocando en la repetición de elecciones y en lo acontecido en los últimos meses en los que Sánchez hizo bandera del «no es no» buscando así ganar tiempo, hasta que la maniobra que todos conocemos se lo llevó por delante. Para entonces, Pedro Sánchez ya se había convertido en héroe (al más puro estilo de la película de Rosellini) para buena parte de las bases del partido que se consideran a sí mismas como de izquierdas y socialdemócratas, mientras la otra parte del PSOE, la de Susana, agitaba la bandera de salvadores del sistema, ya saben, antes sistema que transformadores del mismo.

La dimisión de Sánchez como diputado solo ahonda más esa idea, reforzando la legitimidad que le otorgan sus partidarios, y en coherencia con sus últimos actos da su vida política por el «no es no», al igual que hace el personaje de Bardone cuando acaba fusilado por defender la Resistencia italiana. Evita así también romper la disciplina de voto y la decisión del Comité Federal, algo sagrado en la cultura del PSOE. Tras ello, Sánchez promete plantar batalla y mantener la tensión de sus partidarios y de los sectores ahora críticos del Partido Socialista, sabedor de que los tiempos los controla la gestora. La guerra fratricida no ha hecho más que empezar, para cuando acabe, alguien deberá pasar a recoger los escombros del solar.