La revelación de los supuestos datos biográficos de la escritora Elena Ferrante ha puesto de manifiesto el interés público por conocer la identidad de la autora. Que se jodan Michael Foucault y Roland Barthes, que se jodan Nietzsche y el Postestructuralismo y la Deconstrucción al completo, si se me apura. El autor y la autora están vivitos y coleando. No estaban muertos, que estaban de parranda. Ni siquiera aquellos escritores que desean permanecer en el anonimato tienen derecho a que se respete su discreción. Tiembla el autor del Gilgamesh, tiembla el autor de Tristán e Iseo, el autor del Cantar de Mío Cid, del Lazarillo, la autora de Las mil y una noches. Tiembla Homero. Tiemblan Salinger, Antoni Casas Ros y Vila-Matas. Vendrá un periodista y rebuscará entre su basura, entre sus facturas, entre sus declaraciones de la renta. Si no los descubren gracias a investigaciones críticas, filológicas o ecdóticas, los pillarán por asuntos económicos. Como a Al Capone. Montoro será Dámaso Alonso, Lázaro Carreter, Francisco Rico y Biruté Ciplijauskaité en un solo hombre. Es la identidad. Así que Elena Ferrante es o puede ser Anita Raja. Identifíquese, por favor. ¿Y en qué cambia eso la lectura de sus libros? ¿Cómo afecta a la relación de los lectores con las obras? Es la identidad, estúpido. Queremos conocer la identidad.
La identidad catalana, la identidad autonómica, la identidad de la acompañante de dos jugadores de primera división en un trío, la identidad nacional, la identidad del PSOE, la identidad del asesino en las novelas policiacas, la identidad del líder del DAESH, la identidad de los usuarios de las tarjetas black, la identidad de la mujer que mantuvo relaciones sexuales con la figura de un dinosaurio en un parque de Devon, Inglaterra. La identidad del misterioso artista cuya obra Polar Bear ocupa desde hace semanas los pasillos de una Facultad de Filosofía y Letras. La identidad de Bansky. La identidad del autor del último libro de Harry Potter. La identidad de Darth Vader. La identidad corporativa. El carné de identidad.
Cómprate una casa en la playa, escribe un libro, haz un vídeo, pinta un grafiti, háztelo con un dinosaurio de piedra, convoca un referéndum, convoca un trío, mata a alguien una novela, mata un partido, gástate la pasta de otros, monta instalaciones artísticas, susúrrale a tu hijo palabras de amor. Tienes una identidad. Tú eres tu propia marca. En tu DNI se cifra tu destino . Te buscan.
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