Porque si el lobo desapareciese mañana, la ganadería pasaría de ser un negocio subvencionado para poder malvivir, a convertirse en un negocio próspero y rentable del que poder vivir.
Todo el mundo sabe que si el lobo desapareciese mañana, automáticamente el litro de leche que se paga a las ganaderías pasaría a ser el justo por su producción y no el precio por debajo coste que pagan ahora. También dejaría de importarse, automáticamente, leche aún más barata desde otros países para poder utilizarla como reclamos de ventas y no como producto de primera necesidad que es.
Si el lobo desapareciese mañana, se volverían a segar los prados y a cultivar la tierra porque la demanda de esos productos ecológicos, sin aditivos ni colorantes, sin contaminar los acuíferos con fertilizantes, sin herbicidas peligrosos para la salud, serían vendidos sin intermediarios dejando toda la ganancia a quien produce.
Si el lobo desapareciera mañana, los pueblos estarían a rebosar de personas adultas, de jóvenes trabajando los campos, y las escuelas rurales reabrirían llenas de la alegría contagiosa de la infancia.
Si el lobo desapareciese mañana los políticos tendrían tiempo para cubrir las necesidades reales de los pueblos. Ahora se lo llevan todo las alimañas. Habría centros de salud sin recortes, y hospitales comarcales sin recortes, y asistencia a la dependencia sin recortes, y transporte público con buenos horarios para todos los pueblos.
Si el lobo desapareciese mañana, los niños podrían ir caminando a la escuela de los pueblos porque no estaría a setenta kilómetros.
Si el lobo desapareciese mañana, los ríos estarían llenos de truchas, y los contenedores de reciclaje de plásticos.
Porque todo el mundo sabe y es una verdad indiscutible, que si mañana desapareciese el lobo, no habría noticias del campo que poner en los periódicos.
Si desapareciese mañana el lobo, los problema del mundo rural se terminarían, o lo que es lo mismo, nadie hablaría de ellos.