Ayer se me indigestó el desayuno, y si uno empieza el día mal tiene muchas posibilidades de que no mejore. Ayer se me indigestó el día. La culpa de esto la tiene la portada del diario El Mundo.
En la portada aparecía una foto de algunos de los principales líderes de las FARC con un cigarro cubano en la mano, no podría ser de otra manera, mientras contemplaban por Telesur los resultados del plebiscito. En primer plano su líder Rodrigo Londoño Echeverri «Timochenko», por detrás de éste veíamos a Jesús Santrich e Iván Márquez; todos ellos siguieron desde un apacible club en La Habana el desarrollo de la consulta. Aparecen sentados en cómodos sillones, fumando un Cohiba, que tiene pinta de ser un Cohiba Lancero -22,75 euros de cigarro- y beben café. Se les ve tranquilos, sonrientes, poco les importa el resultado porque ellos ya se saben ganadores. Han conseguido convencer a gran parte del mundo de que se les debe perdonar, que la paz debe conseguirse subordinando la justicia a la dura realidad política, a su realidad, olvidando todo, igualando a víctimas y verdugos. Esto sería ganar la paz a cambio de que criminales se libren del castigo que merecen y las víctimas no reciban justicia. Desde Obama al Papa; pasando por Felipe González y la mayoría de la izquierda «progre» mundial, como no Cebrián y sus acólitos; y terminando por el rey demérito -Como llama FJL a Juan Carlos I con todo la razón- han sucumbido bajo las ideas de estos narcoterroristas. No quiero yo pensar mal y barajar que su dinero haya tenido algo que ver, aunque me entran dudas. Sea como fuere, están poniendo un precio a la paz y esto no es lo correcto. Estoy seguro. Un Estado, cualquier Estado, no puede aceptar la paz, ni ningún otro trato, con terroristas. A los asesinos se les derrota, no se negocia con ellos. Roma no paga a traidores. Si llega a salir el «sí» Colombia estaría rindiendo su sistema democrático al terrorismo y al narcotráfico. Gracias a Dios, aunque más bien creo que gracias a la sensatez de los colombianos, los ciudadanos de ese país tienen claro que sí quieren la paz, pero no a cualquier precio, y la quieren acompañada de responsabilidades y justicia. Por esto ha vencido el «no», y no por todas esas patrañas que suelta algún que otro medio -bochornoso artículo «El año que vivimos estúpidamente» de Jhon Carlin en El País.
Según avanzaban los resultados y la negativa del pueblo colombiano al acuerdo sabían que era ya definitiva por el alto nivel de escrutinio «Timochenko» se atusó el bigote y dio una última calada al Cohiba, se guardó otros dos en un bolso negro, y sacó un papel del bolsillo en cuya esquina superior se leía «no» y lo apoyó en su muslo. Luego ante los periodistas pronunció un discurso, dijo cosas tales que estas: «La gente tiene optimismo. La lucha sigue (...) Mantenemos nuestra voluntad por la paz y el abandono de la violencia».
Terminó su discurso desde La Habana y no se le veía muy preocupado, desde Cuba con amor. Como decía un señor de mi pueblo: «En Cuba hay buenos puros, buen ron, buenas mujeres, y buenos dictadores. Y esto todo el mundo lo sabe». Normal que estos terroristas estén contentos, se encuentran en su hábitat natural. Ellos ya se saben vencedores.
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