Me encanta Amarna y detesto su video

OPINIÓN

03 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta semana las redes sociales han echado humo. No voy a hablarles de lo del PSOE; tampoco de esa “paz” que dicen que se va a alcanzar en Colombia, haciendo eso que nunca debe hacerse, que es olvidar e igualar a víctimas y verdugos, cosa de la que en España sabemos bastante (la transición, el proceso del alto al fuego de ETA). La semana pasada una amiga compartía en su muro de Facebook el video de Amarna Miller publicitando el Festival de Cine Erótico de Barcelona. A mi amiga la quiero y considero que es una persona inteligente  y buena persona; y esto es verdad, pero si no fuese así, es mi amiga y lo diría igual. Pese a la amistad, casi nunca coincidimos en nuestras opiniones, pero por eso sé que es una buena amiga. A ella le encanta el anuncio, a mí me horroriza. Tambien me encanta Amarna y detesto su video 

El anuncio muestra a la actriz porno Amarna Miller como adalid del cuñadismo extremo. En un ejercicio de populismo brutal, el anuncio parece diseñado por Revilla, Pablo Iglesias y los publicistas del spot de Campofrio. Eso sí, con menos tacto y más saliva, que es como se hace el porno, que el del grupo cárnico. El progresismo más idiota, que suele ser el único progresismo que impera en España, aclamó y defendió el video considerándolo una obra maestra, que no es.

El vídeo, véanlo, tacha a nuestro país, a las españoles, de ser hipócrita. Y digo yo, si lo dice esta chica puede que sea verdad, pero, ¿quién es ese grupo tan heterogéneo al que podríamos denominar España o los españoles? Partir de un supuesto para obtener una teoría es una de las grandes falacias utilizadas por diferentes farsantes para colar sus patrañas a los tontos. En este caso vender un salón erótico. Y esto no me hace, sino pensar, que la cosa debe estar jodida si necesitamos llegar a esto para vender sexo. En el vídeo se quejan de muchas cosas: de la Iglesia, de los toros, de la falta de empatía con la inmigración. Pero una me llama sustancialmente la atención, dice Amarna: «Me llamo Amarna Miller, soy actriz porno. Y nací en un país hipócrita donde la misma gente que me llama puta se pajea con mis vídeos». Mostrando ella cierta hipocresía, aunque podemos permitírsela en aras del arte desempeña. Ella no se llama Amarna, su nombre es Marina. Se dice actriz porno, criticando a los que la llaman puta, pero si nos atenemos al rigor académico, adjetivarla como «puta» no sería descabellado, puesto que muchos consideran que se le paga mantener relaciones con hombres y no por actuar. Yo, he de decir, estoy más bien en los de la cuerda que la consideran artista. Aunque como acérrimo enemigo de la corrección política defiendo que aquellos que piensen que es una  puta lo digan y lo manifiesten. Cada uno es libre de dedicarse a lo que quiera o a lo que, más bien, pueda, Y esta señorita crítica que la prostitución no esté legalizada en un fragmento del vídeo, pese a que con anterioridad muestra su descontento ante aquellos que la llaman puta. Otra vez cierta hipocresía, ¿no?

Pese a todo esto, he de decir que no tendría problema  ninguno en ver sus películas, ya sea como manera de pasar el tiempo o entregándome al onanismo, que es una práctica muy sana y recomendable. Y gracias a mujeres como esta, y la ejecución con profesionalidad, realismo,  y precisión  de su interpretación, ha conseguido que muchos faltos de imaginación puedan autosatisfacerse de forma más sencilla. Decía Sabina en una entrevista algo parecido a esto: «Lo primero es el sexo con amor; lo segundo sexo sin amor, que manía tiene la gente de mezclar siempre víscera con sentimientos, es repugnante; luego la masturbación, que siempre es con el mayor amor que uno puede darse a si mismo; y por último el amor sin sexo, que es cosa de matrimonios felices y con muchos hijos que bendicen las mesas».

No estoy de acuerdo con el mensaje que viene a transmitir el anuncio, mezclar sexo y placer con ideología, que auténtica tontería. Tampoco estoy conforme con las ideas que muestra la señorita Marina. Pero es de agradecerle la labor que hace por todos los ciudadanos de este mundo. Y, sobretodo, por los estudiantes en época de exámenes. Porque nunca se le va a reconocer al porno la función de desahogo que tiene en los jóvenes que se entregan al estudio. Y que de manera indirecta repercute en que centros de estudio y bibliotecas se llenan, ya que el amor hacia uno nunca se agota, pero todo tiene un límite  y una piel. Además de un futuro que labrar.