Podemos tras el 25S: flechas verdes, flechas rojas y guiones

OPINIÓN

28 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Más allá de los efectos que la última noche electoral pueda tener en la política nacional, hay un aspecto concreto de muchos análisis publicados tras el pasado domingo que me desconcierta: el tratamiento de los resultados obtenidos por Elkarrekin Podemos y En Marea y las implicaciones que estos podrían tener para el futuro de la confluencia liderada por Pablo Iglesias.

Leo y escucho que las sensaciones de la formación morada el pasado domingo fueron «agridulces». La palabra empezó a repetirse como un mantra en muchísimos medios de comunicación mientras el PSOE comenzaba a desangrarse y el PP vasco salía en tromba a celebrar la mayoría absoluta de Feijóo en Galicia. La infografía de todas las cadenas se llenaba de números y flechas de colores y los ciudadanos, sentados frente al televisor o a través de los gráficos de los periódicos, accedíamos no solo a los datos del escrutinio sino también a las comparativas con anteriores comicios.

Guiones para el PP en Galicia, que en realidad repetía un resultado que supone un éxito rotundo para el partido en general y el Presidente de la región en particular. Guiones también para Ciudadanos en ambas comunidades, aunque decir que la formación naranja se queda como estaba en los parlamentos gallego y vasco no es del todo exacto. En realidad, no están. No hay nada peor que ir a una fiesta de disfraces decidido a ocultar tu identidad y que se te caiga la careta nada más llegar.

Flechas rojas, pocas y no muy graves, para Bildu en Euskadi y para el BNG en Galicia, que aguantan la presión ejercida precisamente por Podemos y En Marea. Muchas más y quién sabe con qué consecuencias para ese barco fantasma a la deriva en que se ha convertido el PSOE, que se dejó en el camino a once representantes autonómicos.

La noche solo deparó un par de flechas verdes para el otro gran triunfador de la velada según los medios, Íñigo Urkullu, y dieciséis para quienes sufrieron las susodichas sensaciones agridulces, aunque bien es cierto que once de ellas las consiguieron en el País Vasco, donde hace cuatro años el partido no tuvo representación. La decepción venía, según los expertos, porque la noche de autos no se alcanzaron las expectativas generadas por unas encuestas que, a estas alturas, ningún simpatizante de Podemos en su sano juicio puede creerse. En los últimos años los sondeos se han convertido, de forma muy evidente, en un bloque más del rompeolas con el que algunos aspiran a capear el temporal Podemos.

Así que, tras una noche en principio contradictoria, la formación morada ve como su principal presa (por mucho que sigan disimulando) avanza cojeando y deja un rastro de sangre que resulta sencillo rastrear hasta Ferraz. Además, y aunque que nadie parezca tener ganas de recordarlo estos días, todo el mundo en este bendito país sabe que una buena parte de los votantes de estas comunidades han oscilado históricamente entre el voto nacionalista de las autonómicas y el socialista de las generales, y que Podemos, como antes el PSOE, jamás podrá igualar con sus candidatos a estos comicios la cantidad de votos que obtendrá para su candidato a la presidencia del gobierno cuando se vote en toda España. Por tanto, los agridulces resultados del pasado 25 de septiembre indican, entre otras cosas, que en dos comunidades de la periferia tan diversas como Galicia y el País Vasco, el sorpasso se confirma y estabiliza.

Pero lo que me parece más curioso es que ni siquiera los principales líderes de Unidos Podemos están logrando enfocar los últimos resultados electorales de su partido desde esta perspectiva. Suponiendo que esto no tenga que ver con una alarmante pérdida de espacio mediático, quizá sea cierto que están demasiado ocupados con esas discusiones sobre carriles largos y cortos, seducciones y asperezas, que tan poco interesan a sus votantes. Al contrario que muchos analistas, yo no tengo tan claro que la marea de las confluencias haya dejado de subir. Es más, tengo la impresión de que los efectos de la campaña mediática desatada contra Unidos Podemos empiezan a estar amortizados, de que sus errores ya les humanizaron hace tiempo y sus éxitos en algunos municipios que funcionan razonablemente bien y no se han convertido en la boca del infierno, empiezan a ser valorados por parte del electorado al que inicialmente no podían alcanzar. Sería, por tanto, inaudito, que fueran ellos mismos quienes dieran la razón a sus enemigos y desataran todas las plagas bíblicas profetizadas precisamente sobre su propio partido.