Era jueves de San Mateo, y tras el día de reposo anterior tocaba lanzarse a la calle. Ya saben eso que dicen de que los jueves son los nuevos viernes, pero que no es cierto. Pues en éste, yo tenía puesto toda mi confianza: prometía.
El día despejado y caluroso hacía presagiar una noche espectacular, que al final se fue quedando en nada. Tanto bocadillo, patatas y gofres hacen mella en la silueta de los ovetenses, así que por la semana puede verse a más gente con cerveza en mano que con ágapes. No sólo se resiente el tipo, también el hígado y la cartera. Muchos se sienten como Prometeo, el alcohol su águila. Y otros miran sin parar las costuras de su billetero; las fiestas mateínas avanzan al igual que el mes, cada vez más gastos y menos dinero.
En el Bombé me atendieron espléndidamente tres camareras, y me pusieron una caña que hubiese sido perfecta a no ser porque era «San Miguel», que ni es cerveza ni es nada. Los chiringuitos estaban a medio gas. Contribuí con la APARO y el comunismo a razón de 4 euros el cachi de cerveza y el mojito 3,80. He de decir que El Rincón Cubano es un claro ejemplo de la realidad comunista donde todos cada vez trabajan menos y todo va a peor: ya no ponen ni hielo picado a los mojitos. Pese a todo soy un cliente fiel, también porque es donde uno encuentra las mujeres más guapas. Con los chiringuitos tengo una relación amor-odio, todos los años me replanteo no volver más, pero cuando empiezan las fiestas vuelvo a caer. «Justo cuando pensaba que estaba fuera vuelven a involucrarme» me digo -como hacía Al Pacino interpretando a Michael Corleone en «El Padrino III»- cuando me voy acercando a estos. Y ya no hay fallo, día tras día ahí estoy al pie del cañón.
La noche no acabó de arrancar y se mantuvo a ralentí, pero uno siempre tiene la esperanza de que este tipo de noches van a ser como el Real Madrid: que sólo empieza a jugar al fútbol en el descuento. Los conciertos fueron atrayendo cada vez más gente. Carlos Jean terminaba y soltaba una marea humana, pero ni con estas saltó la chispa que animara el cotarro. No fue una gran noche, pero nada impidió que se acabará cuando muchos ya estaban levantándose. Queda el último repecho para conquistar la cima, cuidado con las pájaras.
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