Lo mejor que uno podía hacer ayer por la noche para disfrutar de Oviedo era quedarse en casa. Un sofá, una manta, una novia, se cotizaban mucho según se acercaba la oscuridad. Pero era sábado y San Mateo, y todos los que podían hacer ese plan decidieron no hacerlo; y ahí estábamos todos rulando por las calles.
El beber en la calle vuelve a estar permitido, porque en realidad eso son las fiestas, estar y disfrutar en la calle. Era misión imposible acercarse a una barra para pedir, y quien lo hacía pedía las copas de dos en dos como el del chiste «para mí dos gintonic y a mí amigo le pones lo que quiera». Una chica hacía equilibrios para evitar derramar sus mojitos, los llevaba abrazados como se abraza a la novia después de una discusión y antes del polvo de reconciliación; su intención era buena pero no le acompañó la fortuna, antes de reunirse con sus amigas le cayeron todos. Vuelta de nuevo a por ellos, pero estaba vez un 'buitre' situado cerca de la barra se dio cuenta de que la chica era guapa y necesitaba ayuda, y se lanzó en tromba a prestársela.
Según pasaban las horas y la gente bebía todo se animaba más, hasta ese punto que de lo animado y lo bien que lo pasa todo el mundo acaban en hostias. Beber en los chiringuitos es de esa clase de activismo social que nos gusta a todos . Unos beben por el partido comunista, otros por el PSOE, por una asociación de vecinos, o por los hosteleros. O por todos que es lo que se debe hacer.
Empezaba a salir el sol, que es la mejor hora para llegar temprano a casa, y tocaba irse. Atrevesé el parque San Francisco y vi en un banco a dos parejas besarse apasionadamente, besarse como antes besábamos cuando aún teníamos edad de enamorarnos. Una señora paseaba a un perro que corrió hacia el banco y empezó a olisquear las entrepiernas de aquellos chavales, se pusieron nerviosos y se fueron. «Está en celo» dijo uno de los chicos antes de irse, lo que no supe muy bien era si se refería al perro o a ellos.
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