Seguimos indignados

OPINIÓN

17 sep 2016 . Actualizado a las 09:20 h.

Seguimos indignados, porque tenemos un Gobierno indigno. Seguimos indignados, porque las reivindicaciones del 15M siguen sin ser plasmadas en la realidad sociopolítica de España. Seguimos indignados porque el Partido Popular pretende seguir campando a sus anchas por el Congreso como si del cortijo privado de Mariano Rajoy se tratase. Seguimos indignados porque, y esto es algo que se le reconoce al Partido Socialista, a pesar de votar en contra de la investidura de Mariano Rajoy no basta quedarse de brazos cruzados sin plantear una alternativa. Seguimos indignados porque las instituciones no están demostrando solvencia con su gente. Seguimos indignados, porque la ventana de oportunidad para asaltar el régimen terminó siendo como la puerta pequeña de una juguetería Imaginarium.

Puede sonar injusto, puede parecer que no se hubiera derrocado el bipartidismo -que no es poco- y el sistema político del turnismo, del «si tú gobiernas mal 4 años luego te vas a la oposición, me dejas a mí y aquí no ha pasado nada. Ya te llamaré cuando haya que cambiar la Constitución con nocturnidad y alevosía». Puede parecer que tampoco se pone en valor que se ha modificado el sistema de partidos. Puede parecer muchas cosas, pero lo cierto es que no faltan motivos para seguir indignados. Y no, yo no voy a echar la culpa a nadie por no haber logrado formar Gobierno. Este impasse, fruto de un empate técnico entre el Partido Socialista que siempre condujo las transformaciones en este país y Unidos Podemos, el actor principal llamado a conducirlas en el presente y futuro más inmediatos, paraliza al Partido Socialista a la hora de tomar una decisión. Quizá Pedro Sánchez sea más partidario de intentar la alternativa con Unidos Podemos y las fuerzas nacionalistas, o quizá sean simples apariencias, pero lo que es seguro es que la decisión tomada en el Comité Federal del Partido Socialista el 28 de diciembre de 2015 aún pesa como una losa en todas sus intervenciones políticas.

Y hay que plantear una alternativa para dar respuesta a cuestiones como las más de 127 mil personas jóvenes que han sido expulsadas de las universidades por las subidas de tasas y la bajada de becas, tal y como denunciaba Jóvenes en Pie en las redes sociales. Hay que plantear una alternativa en Europa también, ante las idas y venidas constantes entre el Brexit y la Nuit Debout, entre las imposiciones de Bruselas, negando cualquier soberanía nacional, y las peticiones de Le Pen de salir del euro. Si las autodenominadas fuerzas del cambio no demuestran solvencia en las instituciones y no sólo denuncia, les estarán regalando a sus adversarios el discurso de «España no se puede cambiar» que tan bien enarbola Gabriel Rufián -a quien aplaudo 9 de cada 10 veces de las que toma la palabra en el Congreso-, entre otros.

Y es que, como bien ilustraba Manel Fontdevila para eldiario.es hace escasos días, la política española está buscando el norte antes de decidir cualquier maniobra. Al impasse del 20D y el 26J hay que sumarle un nuevo impasse a la espera de que el escenario que dibuje el 25S en Euskadi y Galicia desmarque las cartas de la baraja y habra opciones nuevas para la gobernabilidad. A los cantos de sirena cruzados entre PNV y PP en Euskadi para un acuerdo en Madrid, hay que sumar la posibilidad de que Feijóo no revalide su mayoría absoluta y se produzca un acuerdo de Gobierno entre En Marea, PsdG-PSOE y BNG para obligar a Feijóo a desalojar la Xunta. Dicho acuerdo facilitaría los acercamientos entre Unidos Podemos y el PSOE, a la espera de que el PNV eligiese reeditar el acuerdo de Gobierno que tantas veces tuvo con el PSE-EE PSOE en Euskadi. Así las cosas, todo quedaría en manos del PDC, la nueva Convergència, quien sería favorable a desenquistar las relaciones con el Estado, por lo que pueda pasar, obligando a ERC, que es quien hoy en día carga con la mayor parte del independentismo catalán en Junts pel Sí, a posicionarse.

A la espera de que el 25S suponga la luz al final del tunel del bloqueo político, no sólo es razonable, sino exigible que España entera -la España real al menos, no la de los multimillonarios, que desde 2011 han aumentado en un 44% fruto de la estafa, y no crisis, a la que nos han condenado- se enfade. Que se indigne como se indignaron las plazas el 15 de mayo de 2011. Porque los motivos para estar indignados son los mismos, no han cambiado.