Recién celebradas las elecciones de junio escribí una columna en la que me preguntaba, qué ingenuo, si el PP habría entendido el mensaje de las urnas. Decía que los españoles le habían otorgado la victoria, con 52 escaños sobre el segundo y 800.000 votos más, pese a todo. Y enfatizaba ese «pese a todo». No cabía en mi cabeza que no supusiesen que estamos hartos de corruptelas y prebendas. Me equivoqué. Lo supe este sábado cuando leí en La Voz que al exministro Soria el Gobierno lo había «acomodado» en la cúpula del Banco Mundial. Lo hicieron el último día posible, como escondiéndolo. Lo hicieron ignorando el «pese a todo». Como director ejecutivo, Soria cobrará 226.000 euros/año. Otro gran acierto de Rajoy.
He llegado a la conclusión de que el presidente en funciones solo toca tierra cuando camina por las corredoiras de Ribadumia y Meis, cuando sus codos y brazos rasgan el aire para abrirse paso, ligero como Aquiles. El resto del tiempo habita una cámara que le impide contemplar el hartazgo de la gente. El hombre que ha conseguido que España crezca al 3 %, que ha reducido el paro y evitado el rescate, es el responsable último de proponer a Soria para el Banco Mundial. Es costumbre en España: si eres amigo del jefe, aunque el pueblo te repruebe, te ponemos fuera y ganas el triple que de ministro. ¿Qué te parece, José Manuel?, le preguntaría Mariano a su ex de industria. Y él contestaría: ¡Viva el PP, presidente! Antes gritaron otros viva el PP o viva el PSOE: Rodrigo Rato (director gerente del FMI) o Magdalena Álvarez (vicepresidenta del Banco de Inversiones). Muy queridos ambos por la ciudadanía.
¿En qué país vive usted, señor Rajoy? ¿Qué mundo habita?, que yo no consigo ni siquiera vislumbrarlo. ¿Cómo puede, en un momento crucial de la historia de España, errar de este modo? Qué difícil es defenderlo. Y algunos lo han hecho frente a populismos y mareas. Algunos que solo militan en la cultura, esa que usted ha puesto en manos de los enemigos del conservadurismo (soy conservador) y de las periferias (soy provinciano) y del catolicismo (soy católico), ya no podemos más. Hasta aquí hemos llegado. Dígale a José María Lassalle, secretario general de Cultura, que se parta la cara por usted como otros han hecho. Dígale que en lugar de renunciar a la cultura para ponerla a los pies de donde siempre ha estado (la progresía y la dictadura de lo políticamente correcto), salga a la calle para defender al partido que le ha dado su cargo. Dígale que venga a Galicia a hablar de los papeles de Panamá y de Soria, su exministro.
Ha agotado la paciencia de muchos, señor Rajoy. Parece que usted disfruta, con su desidia y su pachorra, mofándose de algunos. De los más ingenuos. Los que han pensado que era posible un Gobierno demócrata cristiano culto, comprometido con la ciudadanía y no únicamente con los opulentos. Sin complejos ni ataduras. Es imposible. Cuando camine por Meis o Ribadumia, pregunte a la gente qué le parece lo de Soria. Comprenderá entonces que el país donde vive no es el nuestro.