El Centro Asturiano es mucho más que un club

OPINIÓN

05 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El viernes pasado dieron comienzo las fiestas del Centro Asturiano de Oviedo. Estas fiestas, como dijo Canteli, presidente del club: «son el preámbulo para las grandes fiestas de la ciudad, las de San Mateo». El club ovetense invita a todos sus socios (unos 18000) y a todos los asturianos a disfrutar de sus instalaciones y de sus fiestas. Juan José Tuñón Escalada, abad de Covadonga, fue el pregonero y encargado de dar comienzo a las fiestas , recordó en su discurso la «Devoción a la Santina de la que hace gala el Centro Asturiano». Bien es cierto que no soy yo muy partidario de mezclar la religión con nada, pero llamándose fiestas de Nuestra Señora de Covadonga la relación es mas que directa y notoria. Y el abad estuvo muy acertado con su pregón.

El viernes, antes de que comenzara toda la vorágine festiva que llevará cerca de 30000 personas al CAO,  subí hasta las instalaciones del Naranco, y las recorrí, tranquilamente todas y cada una. La calma que precede a la tempestad. El Centro luce como nunca, y es un orgullo forma parte de este club. Me puse a recordar como había conocido yo todo aquello y lo mucho que había cambiado, y siempre para mejor. Recordaba que hace no mucho, estás fiestas las esperaba con ansia, marcaban el final de mi verano y allanaban el camino hasta San Mateo. Salir del entrenamiento de futbol en aquellas largas tardes de sol, piedras y arena, de sudor  y petos gastados, de agua y balones viejos. Salir de entrenar y correr a los hinchables; y apuntarse a todas las competiciones de la 'Miniolimpiada del deporte', subir desde Uria la antorcha y tratar de escaquearse; participar en todas las actividades que se organizaban, no había fallo, fuese que lo fuese allá íbamos. Y como mirábamos a aquellas chicas que fueron reinas y damas de las fiestas, y ahora lucen en una pared. Y las medallas y trofeos que fueron la mayor de las victorias, y ahora yacen apiladas en una estantería de la habitación. Cuantas carreras para ser los primeros en probar el picadillo, y repetir una y otra vez. El reparto del bollo, donde conseguíamos hacernos con una botellas de vino, y luego los besos que robábamos a alguna chica sabían a vinorro, chorizo y Marlboro.

He disfrutado durante mi niñez y adolescencia de estas maravillosas fiestas, y aún pienso seguir haciéndolo. Pasan los años y cambia la vida, pero cada septiembre vuelvo a Oviedo y espero disfrutar del Centro Asturiano durante mucho tiempo.

El Centro Asturiano es ,para mí, mucho más que un club, es una referencia vital. Es un lugar donde aprendí a ser quien soy, donde aprendí a disfrutar la libertad, donde conocí a muchos amigos, los de verdad, que aún me acompañan, donde aprendí la importancia del sacrificio y a ser feliz. Ya han pasado algunos años desde que yo era uno de esos niños a los que ahora observo con esos petos y botas de fútbol de colores. Ya no nos persiguen los conserjes y amenazan con abrirnos 'un parte', ya no jugamos a 'polis y cacos' y cada vez echamos menos pachangas. Ahora soy un socio que habla con Tito y no corre escapando de él.  Pero ahora, igual que antes, estando aquí, en el Centro Asturiano con Oviedo bajo mis pies, estoy en casa.