24 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Este verano está siendo uno de esos veranos de largas tardes de agosto al sol. Playas atestadas, y a esas últimas horas del día, cuando el crepúsculo hace su presencia, combinados y cervezas en una terraza definen la idiosincrasia del pueblo español. Esta semana que ha pasado se iniciaba  con el 15 de agosto, día de Nuestra Señora, fiesta nacional. Ha sido un día de sol, día de fiesta, día de toros, día de descansar y disfrutar. 

El país sigue a la deriva, aunque parece que hay un atisbo de que todo precipite tras el encuentro entre PP y Cs. Quién sabe, pero creo que poco sacaremos en limpio y para el beneficio de todos. Eso sí, nos irá mucho mejor que con el  pseudocomunismo del que ahora hace gala Podemos y con el que pretende coquetear el señor Sánchez.  Pero estas semanas de agosto han sido de verano: hemos amanecido solos y acompañados, en un lugar y en otro. Disfrutamos de las noches y de los días, de la playa, la montaña y la ciudad. «Los idiotas prefieren la montaña» decir Sergio Algora, pero por una vez el maestro del indie patrio se equivocaba. Y decimos, muchas mañanas al despertar, mientras ponemos rumbo a un nuevo lugar, como en el cuento de Cheever «anoche bebí demasiado... todos bebimos demasiado». 

Y saboreamos tumbados en la arena ese cierto esnobismo que tiene la playa y los cuerpos morenos. Las mujeres bronceadas, con la piel centelleando al sol por el salitre, la diversión estival producida por el calor y el hastío de no hacer nada. El placer del hedonismo.

Y coger un buen libro, que nos acompañe y nos arrope allí donde recalemos. Haciendo mejor la felicidad, y un poco menos mala la tristeza.

Observar a esas ancianas, sentadas en sillas de playa, dibujando un semicírculo. Y a esos hombres entrados en años jugar a las palas, a las de verdad no a ese invento del diablo que se venden en los chinos. Y a ese padre hacer castillos de arena. Y a esos chicos jugar un partido de fútbol en la arena mojada, con esos campos infinitos y eternos. Y a esa pareja acurrucarse cuando el sol muere y nace la noche. Y esa chica, que son todas las chicas del mundo, de la que nos enamoramos. Y salir a hacer deporte a primera hora del día, cuando es sol aún lo permite. Todo esto y más es el verano, es mi verano.

El lunes pasado, en los toros en Gijón, un hombre se quejaba del estado en el que está España. Discutía con otro, diría que eran hermanos por el parecido entre ambos, y maldecía.  Toda la corrida musitaba y hablaba, bien es cierto que el espectáculo que allí contemplamos no era digno de prestarle atención, pero esto es otra cosa de la que ya les hablaré. Tras la corrida se despidieron: «tóma una botella de sidra a mi salud» dijo, «yo tengo el 'Krug' siempre en la nevera». Qué manera más brillante de mostrar cómo somos. Nos quejamos, protestamos, nos indignamos, pero no hacemos nada por cambiar lo que hay. Seguimos siendo presas del ocio, de la comodidad que gozamos, del tedio del tener. Hasta que no aprendamos que para invertir la situación es necesario vivir bien pero hay que cambiarla para vivir mejor, no cuando nos lo arrebaten, todo seguirá igual. Y triunfarán los populistas, los mediocres; vamos, todo lo que ahora está en auge.

Disfruten lo que queda de estío, pero no se dejen dominar. Denle la vuelta a las cosas antes que alguien se la dé por ustedes y ya sea tarde.