Matrimonio de connivencia

OPINIÓN

22 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Ciudadanos se sentará en la mesa con una condición: no poner los sillones por delante de los españoles». Parece que Albert Rivera, con estas declaraciones, no se refería, ni por asomo, a la Mesa del Congreso. Mesa en la cual tienen dos confortables asientos que, por el resultado electoral, ni siquiera les correspondían. Pero el problema no está en negociar y conseguir réditos tras una negociación: para eso se negocia, para que ambas partes pierdan lo mínimo posible y ganen lo máximo posible. El problema es que, una vez más, demuestran ante la sociedad española que donde dije digo, digo Diego. Y que hacen cierta la populosa cita comúnmente atribuída a Groucho Marx: «He aquí mis principios, pero si no les gustan... ¡estoy dispuesto a cambiarlos!» Lo que sea por la patria, supongo.

Ciudadanos, como en un partido de ténis de mesa, se mueve por estímulos de poder de PSOE a PP, como una constante. Allá donde el termómetro marque más grados, acude presto Albert Rivera para desbloquear la situación. Es paradójico que la Mesa del Congreso, principal órgano de control de legislativo para fiscalizar y gobernar al Ejecutivo, esté presidida por quienes esconden la basura de bajo de las alfombras y quienes, en lugar de venir a levantarlas, ya pisan moqueta. Nuevos tiempos, viejas formas para la formación naranja.

Se suele aludir a que es interesante que la tercera autoridad del Estado tenga entre sus aptitudes la de estadista. Que sepa moverse y pescar en río revuelto. Como todavía la ciencia no ha conseguido clonar personas, Mariano Rajoy no puede presidir la Mesa y el país al mismo tiempo. Quienes creyeran firmemente que Rajoy no sabía lo que hacía echándose a un lado cuando recibió el encargo de formar Gobierno, aquí tienen la respuesta de que es plenamente consciente de lo que hace en todo momento. Por lo pronto, una Mesa del Congreso favorable a sus intereses y un apoyo más abstención de Ciudadanos a precio de saldo. Debe ser que también les gusta comprar en rebajas: austeros en propuestas y generosos con los recortes que Bruselas ordena. Que agosto pasa, la gente vuelve de sus vacaciones y el tiempo apremia, no vaya a ser que hagamos mucho ruido.

Hay varios tipos de matrimonios: están los matrimonios por amor, los matrimonios de conveniencia y, por último, los matrimonios de connivencia. El matrimonio de Mariano Rajoy con Albert Rivera es de connivencia. Como el abuelo que siente pasión por su nieto, Mariano siente cierta connivencia respecto a los vetos y airados ataques de Albert hacia el PP. Porque a la hora de la verdad, toda familia católica de bien va a permanecer unida. Es de sentido común. Por eso Ciudadanos, que observaba con desdén la corrupción y abanderaba con fuerza la regeneración democrática, sostuvo al PSOE en Andalucía, al PP en Madrid, intentó «cerrar el paso al populismo» en diciembre y apuesta por más de lo mismo ahora. Porque cuando tu abuelo te aclama, no hay nada que puedas hacer. Porque cuando tu nieto te pide algo, no te puedes resistir. Así, Mariano Rajoy blinda la Mesa del Congreso del control a su futuro Gobierno al tiempo que ata en corto a Ciudadanos para seguir condicionando que aprieten en la sesión de investidura el botón verde que le permita seguir gobernando nuestro país.

Mientras tanto, en Euskadi y Catalunya algo se mueve. Son las élites vasca y catalanas que tan cómodas se sienten bajando al fango con el Partido Popular para luego darse la mano en reservados. Al PNV le apremian unas autonómicas en las que parte en desventaja respecto a Unidos Podemos si nos atenemos a los resultados del 26J y a Junts pel Sí mantener vivo un Procés que no está a la altura de lo que demanda la ciudadanía catalana. Al PP le conviene poder activar el mensaje de «la unidad de España» y abrazar el constitucionalismo que olvidan cuando toca reunirse en el Consejo de Ministros y a las fuerzas catalanas tener algo con lo que ilusionar a la sociedad catalana sabedores de que con sus políticas no están siendo capaces de hacerlo.

Mientras tanto, los problemas de la gente corriente quedan subordinados a los pactómetros, pero la composición de la Mesa del Congreso no es nada halagüeña para las clases populares. Debemos recordar a nuestros abuelos y abuelas gritando «¡no pasarán!» hace 80 años y defender y reivindicar nuestros recortes cuando, con la vuelta al cole, Mariano Rajoy saque del cajón las tijeras que lleva escondiendo tanto tiempo en pos de la gobernabilidad.