Cuando el fútbol es el deporte más consumido de nuestro país, deberíamos cuanto menos, analizar cómo influye en la generación de valores y con ello en la construcción de la conciencia colectiva.
Es raro en la familia en la que uno de los miembros más pequeños no consuma fútbol de una u otra manera, bien sea practicándolo o siguiendo a los colores de su equipo.
Un deporte de masas que genera más influencia que cualquiera de las mejores políticas de un gobierno, con empresas dedicadas única y exclusivamente a mover los miles de millones de euros que conforman ese gran monstruo que es la industria futbolera.
En los grandes clubs, sin valores más allá del movimiento económico de cada temporada, vemos como nuestros hijos e hijas siguen a jugadores que son acusados de violencia machista, de fraude fiscal, de abusos sexuales y un largo etc? Quedan de lado los principios de cualquier sociedad mientras el chaval sea capaz de marcar más goles que el vecino y hacernos vibrar con cada jugada, seguiremos vitoreándole en cada partido, sin tener en cuenta que a quien jaleamos victorioso, no deja de ser un delincuente en todo su esplendor.
Somos capaces de renunciar a nuestros principios, ya lo decía Marx, «si no le gustan mis principios, tengo otros», pero, qué estamos consiguiendo con ello.
Los que vienen detrás asumen que lo «normal» es no condenar, o al menos no tanto, a quien tiene la capacidad no solo de pagárselo, si no de mover en nosotros esa pasión que, en ocasiones, como esta, nos ciega, vamos, que, si tenemos poder, somos inmunes.
Podríamos hablar, también, de esas maravillosas cualidades que se trasmiten de prepotencia, individualismo, arrogancia, soberbia, que a diario vemos en las élites del deporte rey, pero para que vamos a hacerlo, mañana todas esas alimañas que invaden los grandes templos del futbol, y que son influencia directa de quienes lo siguen, serán jaleados, manteados, compraremos sus camisetas, nos tatuaremos sus nombres en el culo y con ello, debido a la poca conciencia crítica que nos caracteriza cuando dejamos de ser seres racionales, estaremos apoyando una sociedad corrompida, sucia e inmune a semejantes actitudes.
Alguien decía el otro día que es pelear contra un monstruo enorme, que nos engulle con solo mirarnos. Demasiado triste y demasiado real.
¿La solución? La desconozco, van a perdonarme ustedes, pero no entiendo de fútbol más allá de la cantidad de pantalones, camisetas, medias y botas que inundan los armarios de mi casa desde hace 10 años, es más, no si sería capaz de visualizar correctamente un fuera de juego, eso sí, sé perfectamente diferenciar un futbolista miserable de otro.
Y por apuntar algo, creo totalmente en la rehabilitación de cualquier penado, siempre y cuando la rehabilitación no suponga miles de millones de euros como intermediarios.
Un aplauso, como no, a la cantidad de clubes humildes que cada día luchan por otra forma de entender este deporte, generando conciencia colectiva, basada en fomentar otros valores, que trabajan por y para la comunidad donde se encuentran, desmarcándose de ese futbol moderno que se ha convertido en un cáncer para los valores de la sociedad actual.
Recuerden, esta noche hay fútbol, ya comenzó la Eurocopa.
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