El pasado ocho de junio se celebró el Día Mundial de los Océanos, auspiciado por la ONU. El mensaje de su secretario general Ban Ki-Moon es bien claro:
«Es preciso adoptar medidas urgentes a escala mundial para aliviar a los océanos del mundo de las muchas presiones a que se ven sometidos, y para protegerlos de peligros futuros que puedan sobrepasar los límites de su capacidad.»
El lema de este año es «Unos océanos sanos, un planeta sano». Lamentablemente, algunas actividades humanas, como la pesca ilegal, las prácticas de acuicultura insostenibles, la contaminación marina y la destrucción del hábitat y las especies exóticas, así como el cambio climático y la acidificación de los océanos, tienen un impacto negativo sobre los océanos y los mares.
El problema es que posiblemente los límites de la capacidad de los océanos para soportar la presión a la que lo sometemos, ya esté superada.
El pasado sábado día 4 tuvimos la ocasión de escuchar en Avilés a dos grupos de gentes de la mar, uno de Asturias y otro de Euskadi. Tanto pescadores como grupos ecologistas coinciden casi al 100% con la visión que tenemos desde Equo de los problemas del mar:
-Contaminación por vertidos de aguas fecales; hace falta depuradoras,
-Contaminación por vertidos tóxicos industriales, incluidos los vertidos con aceites e hidrocarburos,
-Acidificación del medio, muchas veces también por vertidos,
-Escandalosa y preocupante situación por los plásticos y las sustancias derivadas de su lenta degradación,
-La pesca industrial que arrasa ecosistemas y que provoca sobreexplotación de muchas especies,
-El calentamiento de las aguas, que provoca desaparición de algunas especies;
-Con todo ello, desaparecen los bosques de laminarias y otras algas, que sirven de sostén a una gran biodiversidad.
-La acuicultura es más un problema que una solución, porque precisan de harinas y piensos de pescado. Hay que pescar más aún.
-Descartes que pueden llegar al 60% de lo recogido en las redes.
A todo ello hay que añadir que las grandes empresas han entrado al negocio en el sector, desplazando a pescadores, acaparando cuotas, tirando precios de venta y olvidándose de los derechos laborales y sociales.
El problema no es que las normas de protección ambiental sean demasiado duras; no es que los ecologistas critiquen malas prácticas de los pescadores; tampoco el problema está en que los pequeños pescadores pesquen un poco más de lo que les corresponde, ni en la falta de apoyos o subvenciones.
El problema es de fondo, de concepto: la industrialización del sector pesquero en un modelo económico absolutamente insostenible, depredador del medio y de las especies y que además también machaca los derechos de las personas.
O sea, que el sistema capitalista, con una economía liberal basada en el productivismo, en la especulación, en el consumismo y en la depredación de recursos, también ha hecho mella en los océanos y en las gentes que vivían de su trabajo en la mar.
Y sobre todo esto, la ecología política tiene mucho que decir, mucho que proponer. El cambio de modelo socioeconómico debe hacerse sobre una base completamente diferente; debe hacerse sobre la base del convencimiento de que tenemos un planeta único, en el que vivimos junto a otras muchas especies y que todo ello es un conjunto inseparable.
A nivel general hablamos de la economía circular, de economía del bien común y de un modelo socioeconómico colaborativo. Y en cuanto a la pesca entendemos totalmente necesaria la prohibición de algunas artes y de algunos métodos de pesca; la defensa de los derechos laborales de las gentes de la mar; la desindustrialización de los procesos que tienen que ver con la alimentación; la puesta en valor de la pesca a pequeña escala; y en entrada de la mujer en el sector pesquero.
Las propuestas de la ecología política son las únicas capaces de mantener en un equilibrio sostenible las variables económicas, sociales y ambientales. El futuro será verde, o no será.
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