13 de Junio de 2015, ese día el tripartito accedía a la alcaldía de Oviedo. Era una tarde gris, lluvia y algo de frío para rozar las puertas del estío. En la plaza del ayuntamiento una concentración popular apoyando a Somos Oviedo y respaldando el cambio de singladura del consistorio; por otro lado una boda en San Isidoro. Un señor de traje y puro en mano mira desconfiado desde las escaleras de la iglesia, maldice contra los socialistas, «los rojos» los llame él. Entre fumada y fumada al Vegafina niega con la cabeza «lo que nos faltaba. Que vienen los rojos, y ahora va en serio». Escupe al suelo, saca su pañuelo y se limpia; luego, se encamina al Ramón a tomar la primera de la boda.
La tarde pasa, el pleno reunido en el Ayuntamiento. Los rumores de Sorpasso inundan ya la ciudad. El señor del puro, familiar de la novia, mira con inquina, sus ojos parecen hacer suya la frase de Pike en Grupo Salvaje: «si se mueven, mátalos». Cerca de las 20:00h el tripartito sale al balcón del ayuntamiento y da la noticia de su asalto al cielo ovetense. En la calle la gente lo celebra: música, bailes, megáfono en mano lanzan consignas «Sí se puede» y «Cambio, cambio, cambio». Todos se felicitan. Un hombre mayor dice de Ana Taboada unas palabras maravillosas, la más bonita descripción que he escuchado de una mujer: «tiene el cuerpo de un reloj de arena, y el alma de una película de Howard Hawks». Llegaron y vencieron. Y ese día prometieron una auténtica revolución; al frente Wenceslao, Taboada la cabeza y Rivi de comparsa. Las tres fuerzas destacaban lo que han luchado por Oviedo, pare ellos lo importante era Oviedo y sus ciudadanos, y no los cargos. Ponían valor en un proyecto conjunto en pro de la calidad, la transparencia y la regeneración. No se puede privar a esta ciudad de «la alegría que inunda muchas ciudades de España», decía Taboada.
Alcanzaban el poder y clamaban por una revolución total. Ha pasado un año desde todo esto, y parece que poco a cambiado en la capital del principado. Un año del asalto al cielo ovetense, y la mayoría de propuestas y planes planteados rozan el esperpento: pasos de peatones con los colores de la bandera arcoiris; Martiño Noriega, alcalde de Santiago, como pregonero en San Mateo; retirar los título de «invicta y heroica». Pero no todo es culpa del gobierno actual, arrastra nuestra ciudad una losa de los numerosos años padeciendo la gestión de los populares bajo el régimen gabinista: el tema de la regularización de las terrazas, que tanto daño está generando a los hosteleros y al ocio; o las depauperadas arcas municipales que la megalomanía, el despotismo y opacidad pepera han dejado. La Cultura, baza fuerte siempre entre la izquierda, sigue sin levantar el vuelo, y postergada a círculos elitistas. En 365 días no hay atisbo de esa alegría de la que hablaban, el cambio y la regeneración pongámoslos en duda, y eso que gobiernan para todos los ciudadanos quedó en el recuerdo.
Una ciudad, un pueblo, un país son sus ciudadanos; y no sus políticos y dirigentes. La única manera de mejorar todo esto reside en cada uno de nosotros. Debemos eliminar los odios y el revanchismo, hasta que no nos convenzamos que no puede haber enemigos en la política, sino rivales. Pero en casos como el actual, en la crisis que sufre nuestro pueblo, debemos remar juntos y aunar fuerzas para salir de la tormenta.
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