Madrid me produce un grado de sugestión inexorable. No digamos ya, venir a Madrid a los toros. La feria de San Isidro es un espectáculo al que cualquier español debería acudir -le guste o no la tauromaquia-, al menos, una vez en su vida. Las Ventas, Torre de Babel donde uno puede encontrarse con aristócratas y taxistas, gitanos y altos ejecutivos, turistas y entendidos. Todo rodeado del aura que impregna la muerte, el arte, la entrega; y también el buen tabaco y el alcohol.
Yo soy taurino, me siento orgulloso de ello. Pero siempre he sabido que cuando discutes con alguien que está en contra, tiene la razón. Me enseñaron a respetar y a ponderar, pero parece que a esta orda animalista y antitaurina , no.
Me siento en cualquier terraza, doy un sorbo a mi mahou, y me deleito mirando el pasar de chicas. De un lado y otro aparecen, a cada cual más bella y mejor. «Me encantan las chichas pijas de mi ciudad», «déjese querer por una loca» y «un jardín en cada poro», cantaba Algora. Con su música de fondo, paso de enamorarme de una antifa de largas rastas rubias y ojos color miel a perder la cabeza por la camarera; o jurar amor eterno a una de esas chicas pijas del OPUS. Como es una tras otra, el amor dura poco con cada mujer, mucho menos de los 3 años que decía Beigbeder.
En los toros y en el amor existe una identidad conjunta, en ninguno de los cabe la voluntad.
Madrid, primer día de junio, y Las Ventas le da la bienvenida con la corrida de la Beneficencia. Lleno de no hay billetes. En junio empieza el verano, y en Madrid se nota. Cómo me gusta el verano. Una corrida que parecía comercial y a la que iba a pasármelo bien, esperando que López Simón triunfase. Tras JT, es mi adalid del toreo. Lo que le vi hacer en Pamplona entre magras, espagueti, litros de alcohol y un sol de justicia en la andanada, a poquitos. Cóomo se entregó para triunfar. Parecía una tarde más de Beneficencia, gente con dinero, ancianos con chicas guapas,mucho yate y poco velero. Y famosos, muchos famosos, presidía la corrida Campechano (Juan Carlos I) acompañado en el palco por Cristina Cifuentes, la infanta Elena con Froilán y Victoria Federica ; y que yo pudiese ver estaba Marichalar en barrera, el pequeño Nicolás, las guapísimas Nieves Álvarez y Nuria González, Cari Lapique, la Lomana, el marqués de Cubas, Bono, Cospedal, el futbolista Parejo. Ahí se movía todo el famoseo español, desde el rancio abolengo a mujombres.
Pero la tarde devino en sorpresa. José Mari el guapo hizo la faena. Manzanares sacó lo que lleva dentro, se separó del cuerpo, y de la sangré, y del apellido. JMM hacía su faena, mientras, se paraba el tiempo. J mató a su segundo (quinto de la tarde), de nombre Dalia, recibiendo -pese a que los entendidos del 7 opinan que más bien fue al encuentro-, y la plaza se vino a bajo. El guapito hizo una de esas faenas para recordar, para guarda en vídeo y visionar una y otra vez; pero «el Espíritu Santo no aparece en los vídeos», decía el maestro de Paula. Así que no se molesten en buscar en YouTube. Si no estaban ahí no saben lo que es ver a Castella entregándose y no llegara nada; a Simón arrimarse y lograr una puerta grande -quizás no merecida, pero en muchos lances de la lidia recordó a José Tomás -; y a Manzanares templar, medir, poner las ganas y la torería. Por muchos vídeos que vean, el vello de punta sólo se pone en la plaza. Como 25 años atrás hiciera para Rincón y Ortega Cano, la puerta grande de Las Ventas se habría para López Simón y Manzanares. Una marabunta los llevó en volandas hasta Alcalá, y tocaron el cielo.
Salimos del tendido con ganas de dar pases hasta a una farola. Menos mal que estaba el Tendido 11 con sus copas y su gente; y así, aún nos fuimos con mejor sabor de boca.
En Las Ventas se colgó el cartel de no hay billetes. La tauromaquia está herida de muerte pero resiste, resistimos. Siempre nos quedarán Las Ventas.
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