Tiene la serie de Cuéntame algo de artefacto borgiano, tal como Uqbar y Tlön, planeta imaginario que, a fuerza de invención de la humanidad, acaba tomando forma en la realidad hasta transformar toda la Tierra. Es ahí, también en otros relatos, donde el escritor argentino concebía una herejía que consideraba por igual de abominables la cópula y los espejos, porque reproducen a los hombres. Cuéntame es una muy buena serie española, que nació con el propósito de narrar, a través de los ojos de una familia media en la España de mediados de los 60, la evolución de un país desde la dictadura a la democracia. Pero su desarrollo a través de varias temporadas ha terminado por mezclar los dos planos de existencia, el de la ficción televisiva y el de esta realidad presente, hasta el punto que a menudo se confunden y cruzan.
Pasó al comienzo de la pasada legislatura con las primeras medidas de la contrarreforma general de Mariano Rajoy, tratando de suprimir los derechos de las mujeres con su ley del aborto y legislando una ley mordaza que prevé sanciones para ciudadanos que hagan una foto a un policía. Mientras el PP del presente arrastraba al país a un retroceso de libertades civiles, los protagonistas de Cuéntame, como en un espejo deformado, comenzaban a disfrutar del primer aire fresco de la democracia y los neones de la Movida. Durante varios meses pudimos ver una España de ficción y del pasado mucho más moderna y abierta que la que se desplegaba en este plano de la existencia con un presidente decimonónico y un ministro del Interior que pone medallas al mérito policial a la Virgen. La caspa que se había ido yendo del entorno de los Alcántara se había trasladado hasta aquí.
Por eso no me extrañó mucho que, con las revelaciones de los papeles de Panamá, surgieran simultáneamente los nombres de Imanol Arias y Ana Duato, como si fuera la pareja de ficción de Merche y Antonio, ni tampoco que el jueves los fans de la serie hicieran todo tipo de chanzas respecto a que una de las tramas del cierre de la temporada fuera sobre el descubrimiento de que uno de los personajes era un evasor fiscal. No es ya que Cuéntame esté basada en acontecimientos históricos del pasado, es que el devenir de sus episodios está condicionando el presente tangible, poco a poco serán indistinguibles. Incluso para cerrar el capítulo final los protagonistas suben a un escenario para agradecer el aplauso de un público imaginario que, en realidad, somos nosotros.
También ha tenido algo de borgiano el episodio de la prohibición de las esteladas en el partido de la final de la Copa del Rey por parte de la delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa. Rajoy, todo el PP, actúa como otro de los tópicos predilectos del escritor argentino, el tema del traidor y héroe. Así como Borges concibió un líder del IRA que en realidad es confidente de los británicos y al ser descubierto elige ser ejecutado con la apariencia de un asesinato para crear un mártir; así como en la historia del sultán que por las noches se disfraza de plebeyo, vive las miserias de sus súbditos y termina por encabezar una revuelta contra sí mismo; así se comporta el conservadurismo español con los independentistas periféricos.
¿Con qué soporte legal pensó que contaba Dancausa para prohibir una bandera perfectamente legal? ¿Qué liberalismo es este en el que no sólo ministros y diputados del PP sino una pléyade de tertulianos omnipresentes justifican con los argumentos más rancios las limitaciones a la libertad de expresión?
La actuación del PP en este asunto no ha servido más que para azuzar los malos rollos, exacerbar las tensiones, hacer que quienes ni se habían acordado de la bandera para el partido rujan ahora de ganas por ondearla 90 minutos. Dancausa, estelada madrina de un independentismo que crece cuando gobierna el PP y mengua cuando pasa a la oposición. Los conservadores españoles son insurrectos de sí mismos, trabajan para el enemigo no sabemos ya si conscientemente o no. Porque este episodio de las esteladas, una chapuza legal que en cualquier lugar civilizado hubiera costado varias dimisiones, no tiene otro objetivo que malmeter para amarrar al grupo de votantes más ultra de su electorado. A costa, eso sí, de la convivencia porque se trata de un asunto menor al lado de la urgencia de los intereses de la precampaña electoral.
Quizá veamos un día a Rajoy dimitir en Cuéntame para no tener que hacerlo en la realidad; al fin y al cabo ha sido un presidente que se refugió detrás de una pantalla de plasma para no responder a la prensa; Mariano es un político multidimensional, que nos resulta correoso y escurridizo porque se encuentra simultáneamente en distintos planos de existencia. Quizá nos vamos a un adelanto electoral porque en el país de los Alcántara sí que ha habido un acuerdo de gobierno.